México

La otra historia de ''La Barbie''

La inspiración para Édgar Valdez fue Isaac Guttnan Esternberger, el colombiano creador de los sicarios en motocicleta

En febrero de 2005 un testigo presencial entregó a José Luis Santiago Vasconcelos, entonces zar antidrogas de la Procuraduría General de la República (PGR), un testimonio detallado de las actividades delictivas de Édgar Valdez a quien apodan “La Barbie”. Édgar nació en Texas en 1973 y huyó después de haber sido detenido en dos ocasiones en los Estados Unidos (por homicidio a los 18 y por narcotráfico a los 21 años). Entonces su tío, líder de la banda Los Chachos de Nuevo Laredo, lo protegió escondiéndolo en su mansión de San Agustín, en San Pedro Garza García, Monterrey.

“La Barbie” volaba cocaína pura y armas a Toluca y Veracruz con una Cessna bimotor matrícula XB-EBA, cuyo piloto era Luis B.M.; la avioneta estaba a nombre de Jaime Lobeira. Muerto el tío, “La Barbie” tomó el liderazgo y se acercó a los grandes capos, hasta llegar a ser el líder de sicarios de los Beltrán Leyva (a quienes supuestamente traicionó en Morelos).
El testigo a quien yo entrevisté personalmente hace cinco años, dio las direcciones de todos los personajes involucrados.

Vasconcelos tenía amenazas de muerte de “La Barbie”, este norteamericano cuya estancia como ilegal en México duró más de 20 años (hasta que lo detuvieron hace unos días).
La ex esposa de Édgar Valdez tenía un restaurante en Nuevo Laredo al que él iba continuamente con su compañero Jorge González “El Batman”. Desde 1999 una de sus empresas para “lavar” dinero es una constructora en Dallas, Texas, donde Valdez cuenta con una amplia red de protección policiaca y política para la distribución de droga entre norteamericanos. Mientras, en Las Vegas, sus socios Sasha y su esposo “el negro” operan en tres casinos y un prostíbulo el blanqueo de dinero.

La inspiración para Édgar Valdez fue Isaac Guttnan Esternberger, el colombiano creador de los sicarios en motocicleta, la máquina de matar más potente de Medellín. Guttnan y Valdez entendieron que los jóvenes de barrios pobres, sin acceso a la educación y con gran resentimiento social, tienen una necesidad de pertenencia. Valdez, quien cometió su primer asesinato a los 18 años, les hizo sentirse dueños de la vida dando muerte. Curiosamente los vínculos de “La Barbie” con la trata sexual de mujeres no han sido ni siquiera mencionados por las autoridades, quienes irresponsablemente lo muestran como “un mujeriego”.

Lo que es evidente es que sin la colaboración formal de una red de corrupción de norteamericanos desde Texas hasta Louisiana, y al oeste en Nevada, Valdez no habría podido introducir a México tráilers de dólares en efectivo y las armas de alto calibre para sus sicarios. Esta historia nos recuerda que los Estados Unidos deben mirarse a sí mismos con la misma dureza con que miran a México. Intuyo que “La Barbie” se ríe porque si lo deportan para ser juzgado en su propio país, su testimonio propiciará un caos en Washington, donde se han dado baños de pureza orquestando el Plan Mérida.
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