México

La mujer y el género

En México, las reformas de las que hablo van desde el maltrato hasta la eliminación de la posesiva preposición “de” en los apellidos de las casadas, la cual me parece nimia

El martes pasado México celebró uno de los más emotivos días de la mujer de los últimos años. Fueron presentadas reformas penales en materia de violencia de género; en la Ciudad de México fue inaugurado el Museo de la Mujer; en el Palacio de Bellas Artes, el Primer Congreso Internacional La experiencia intelectual de las mujeres en el Siglo XXI; y en Washington, las dos mujeres de La Casa Blanca reconocieron a Marisela Morales Ibáñez, titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada de la PGR, quien inicia un programa federal de testigos protegidos para enjuiciar cárteles en México.

El efecto de género que vivimos en las mujeres hoy, es producto de por lo menos 10 años de debates, seminarios, estudios, publicaciones, reformas legales en materia penal y laboral, que han concienciado a gran parte de la sociedad, en torno por ejemplo, al daño de la violencia de género, así como a la improcedencia de los personalísimos exámenes de ingravidez para obtener un empleo. Países como Chile ya mide en sus políticas públicas el Índice de desarrollo relativo al género; el Índice de Desarrollo Humano de Género; y el Índice de Potenciación al Género.

En México, las reformas de las que hablo van desde el maltrato hasta la eliminación de la posesiva preposición “de” en los apellidos de las casadas, la cual me parece nimia, pero entiendo que haya mujeres que se resistan a pertenecer a su marido en ese molesto sentido que daba el Registro Civil.

Aunque por otro lado, considero que comenzamos a padecer un exceso de concienciación de género. El martes pasado un par de mujeres me corrió del vagón del metrobús destinado a ellas.

En ese momento supe que había vagones de género; como existe también un transporte de género, esa red de taxistas mujeres de la Ciudad de México cada vez más presente. Y qué decir de las tarjetas de crédito de género y las inexplicables cuotas de género en los partidos políticos.

Todo por nuestra incapacidad social para entender que el desarrollo humano sustentable no es exclusivo de ningún género. Esto nos ha llevado a aceptar leyes para niños, presupuestos para niños, institutos para niños; el día del niño. Leyes para ancianos, presupuestos para ancianos, institutos para ancianos; el día del anciano.

Leyes para mujeres, presupuestos para mujeres, institutos para mujeres: ¡El día de la mujer! Recuerdo una anécdota del Obispo de Chiapas, Raúl Vera. Trataba de explicar a un grupo de mujeres de su diócesis que para la Iglesia, todos somos seres humanos, y ellas respondían, sí padre, pero nosotras queremos ser seres humanas, qué de malo hay en eso.

Olvidamos que las leyes son de observancia general y que el desarrollo humano sustentable no es privativo de ningún género o grupo social.
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