México

La misión colectiva de América Latina

El cómo lograrlo dadas las condiciones de gobierno y sociedad en cualquier lugar de América Latina, fue la tarea que Rigoberta dejó como reto para todos

Ella estaba rodeada de gente con recursos importantes, poderosa en algunos casos, influyentes todos. Juntos hablaban del esfuerzo de la filantropía en la comunidad hispana en Estados Unidos. Alguien recordaba  la anécdota de ciertos expedientes en el escritorio del entonces presidente Bill Clinton sobre la política extranjera hacia Latinoamericana, y que esos documentos en su mayoría coincidían con la creación de una nueva alianza con las Américas.  Luego, alguien quiso hacer más emotivo el momento y dijo efusivamente que, “la filantropía estaba en el valor de la democracia de Estados Unidos”.  
Me dio la impresión que Rigoberta Menchú no pudo esperar más y con el aplomo y sencillez que la caracterizan pidió la palabra y dijo,  “discúlpenme todos por lo que voy a decir, pero ustedes  tienen otra perspectiva del mundo”.

El público asistente hace unos días a esta mesa redonda  organizada en Denver, Colorado, miraba complacido el momento, atentos, se recargaban en el respaldo de sus asientos porque se imaginaban que lo bueno, estaba por comenzar .

Y es que la Premio Nobel de la Paz  1992, Rigoberta Menchú Tum, esperó paciente su turno para hablar. El discurso se entorpecía por la participación del traductor contratado. Se impacientó y continuó su explicación con un inglés que sorprendió a todos.   

“Lo más importante es entender la misión de cada persona, de un Premio Nobel como yo, ¿cuál es la misión que necesito? ¿Qué pasa con la paz y con la guerra? La salud, una vida buena, estamos aquí para hablar y hacer una educación humana, para la gente y para la vida”.  

Nuevamente alguien la interrumpió para decirle que estaba sorprendido por su inglés, que hace 15 años que la conoció con trabajo hablaba español y ahora “es increíble cómo ha evolucionado”.

Ataviada con un vestido típico de Guatemala, la defensora indígena, ignoró los halagos por sus logros en lenguas extranjeras. Con una gran sonrisa, habló de lo que para muchos fue el mensaje más importante que pudieron llevarse a casa: la esperanza. Cuando se le cuestionó sobre el porqué de sus alcances a pesar del sufrimiento que vivió en su tierra natal, lo dijo claro y fuerte, “nunca perdí la esperanza”.

 Al escucharla pensé en esas bases de las que tanto se habla para construir la misión de tu vida, de una empresa, de un proyecto. Se trata de la misma fórmula pero orientada al objetivo que quieras alcanzar.  “Si tenemos éxito en lo que sea, lo tenemos que compartir para ayudar, para dar una ilusión y una esperanza.  Eso nos enseña la solidaridad, querer a personas que hacen la misma labor que nosotros y que tienen la misma posibilidad de ayudar. Hace falta educar con valores, promoverlos, crear líderes en una gran necesidad en América. Es mágico crear iniciativas pero para lograrlas hay que encontrar el equilibrio y no perder la dimensión espiritual, comunitaria y material”.

El cómo lograrlo dadas las condiciones de gobierno y sociedad en cualquier lugar de América Latina, fue la tarea que Rigoberta dejó como reto para todos. Sencillo y complicado a la vez, ¿no cree usted?
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