México

La independencia

Desde la azarosa década de 1820 inició un proceso inacabado de auténtica independencia; invariablemente inmerso en el clima de abundantes intereses

Es un concepto motivador de reflexión. México, desde 1821 se manifestó como nación independiente, distanciada de la Península Ibérica, aunque no de Europa, residencia de pueblos cultos.

Propósitos de soberanía y autodeterminación imponen la regla ineludible al tiempo.

Desde la azarosa década de 1820 inició un proceso inacabado de auténtica independencia; invariablemente inmerso en el clima de abundantes intereses.
Hoy Europa, por necesaria conveniencia, integra confederación de naciones estrechamente vinculada para el enfrentamiento de la llamada globalización fehaciente, donde Oriente con abundante población y Occidente de potenciales recursos compiten, a pesar de su aparente división e incomprendida capacidad.

La ideología panamericana aún es ideal con evidente precipitación y violación de acuerdos que margina la soberanía y unidad propuesta durante 200 años. Deberes y derechos automarginados prevalecen en el ámbito de automarginación, ahora resaltados por la supremacía científica.

Los límites territoriales son virtuales y la colonización es por medio de la comunicación persuasiva y convincente, promotora de comercio con nuevas ideas y productos donde prevalece la promoción de bienes y servicios con promesa de bienestar.

El requisito imprescindible de la actualidad es la creatividad aplicada al conocimiento, generador de independencia con real aportación al mundo en las circunstancias globales. La negación de este principio conlleva la insatisfacción con supuestas vías de solución a corto plazo; que por el inmediatismo acercan al odio mal reprimido dentro de una división perturbadora de la seguridad.

La reflexión histórica de este paradigmático año tiene múltiples vertientes, en las que sobresale la confrontación de acontecimientos y realizaciones con la real interpretación de nuestra identidad y consecuente responsabilidad ciudadana, para erigir la patria unida al interior y actuante con reciprocidad al exterior competitivo. Es irreprimible el íntimo y por consiguiente auténtico examen de conciencia.

Es nuestro derecho definir fallas, reconocer aciertos y omisiones, ver hacia delante con la aplicación de los recursos, hacia la vocación conducente a la nación que deseamos y podemos alcanzar en plazos ineludibles, a que obliga el concierto internacional.

El tiempo apremia para encontrar soluciones con determinación y objetividad a los objetivos que nos tracemos en lo personal, familiar y social, sin freno alguno al proceso de recuperación de la confianza en las instituciones de las que nos habla la esencia de creer en nosotros mismo para merecer Independencia.

La historia es el referente de acontecimientos que marcaron nuestro destino con legado de responsabilidad para mantener y acrecentar los ideales, que ahora en un mundo cambiante nos conducen a mantener la unidad. La institucionalidad es una sola y guía para la obtención de cuanto nos propongamos como nación madurada con dos siglos de independencia.

Dios nos guarde de la discordia.
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