México

La granada golpeó mi cabeza pero no explotó, cuenta víctima de atentado

Vive para contarlo; la crónica de un testigo de la primera explosión a quien el artefacto explosivo le golpeó la cabeza antes de estallar

La granada golpeó mi cabeza pero no explotó, cuenta víctima de atentado

MORELIA, MICH.-Sentí que algo me golpeó la cabeza. Era la granada. Fue minutos después de las 11 de la noche luego de gritar el último ¡Viva México! Sólo veníamos de paseo. Vivimos en Querétaro pero decidimos esa noche estar aquí en Morelia.

Habíamos salido a dar la vuelta alrededor de las 10:20 de la noche y decidimos presenciar el grito en la plaza de aquí de Morelia. Nos quedamos a la mitad, al lado de la Catedral. Nos dispersamos un poco. Yo tenía a mi sobrina cargándola en los hombros.

Luego, a las 11:00 de la noche comenzó el grito. El gobernador de aquí (Leonel Godoy) comenzó a gritar vivas. Fue justo en la última ¡Viva México! que la granada golpeó mi cabeza, justo aquí, en la parte izquierda de mi nuca donde ahora tengo una abertura de cinco puntadas.

Yo en ese momento había girado un poco mi cabeza. Recuerdo que tenía la mirada fija en el balcón. Percibí que al terminar de gritar ¡Viva México! el gobernador quizo tocar la campana pero esta no sonó. Entonces giré la cabeza a la izquierda y miré a mi cuñada Araceli para decirle de este detalle. Se hizo una pausa. Un silencio. Y luego sentí el golpe.

Todo pasó muy rápido. Aquel objeto rebotó hacia atrás y rodó hacia la izquierda. Yo me desvanecí. Me había descalabrado. Entonces estalló. El estruendo, el humo y la explosión me aventó con todo y mi sobrina ya en las espaldas.

Hubo mucha confusión. Ahí el tiempo se congeló. De inmediato comenzaron ya los juegos pirotécnicos en la Catedral. No sabía qué pasaba. Pensaba que iban a caer más. Temía por mi sobrina. Ella gritaba desesperada por su mamá y yo no la soltaba.

Yo perdí de vista mi cuñada, quien cayó al piso también herida. Mi hermano se había quedado más atrás y también resultaría herido por las esquirlas. Mi sobrino Maximiliano que estaba adelante de mí también y mi sobrina Bárbara, que estaba arriba de una jardinera, se le estalló una vena y se desangraba.

Mi novia fue la única de mi familia que salió ilesa. Ella corrió a ayudarme y a ver a mis sobrinos y a la mamá de ellos. A todos cuando la ayuda llegó nos separaron. Nos subieron a ambulancias distintas y nos llevaron a distintos hospitales.

Mientras estaba tirado apenas y podía arrastrarme. Pude ver al joven que minutos antes estaba detrás de mí. A él la explosión le había destrozado la pierna izquierda. Y la señora que estaba detrás de él estaba despedazada. A ella, supongo, el artefacto le cayó debajo de sus pies y de alguna manera ella nos protegió.

Estaba todo ensangrentado. Mi camisa blanca estaba manchada de sangre. Lleve las manos a mi pecho y sentí algo pegajoso en la camisa, eran los pedazos de carne de las demás personas que se me habían pegado. Todo sucedió como en cinco metros a la redonda y nosotros nos salvamos. Estamos vivos y podemos contarlo. Ahora sé que esa sería la primera de dos explosiones.

Mi nombre es Mauricio Benítez Aguilar. Soy ingeniero. Siento coraje e impotencia porque esto no deben hacérselo a los niños. No es el México que se merecen. Ellos no han votado y no han decidido aún qué gobierno quieren. Pero ese sentimiento de coraje e impotencia se me borra al pensar que estamos con vida y que somos afortunados.

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