México

La foto

La foto hace la diferencia. Cada día se recogen decenas de cadáveres en cualquier lugar de la República

La foto hace la diferencia. Cada día se recogen decenas de cadáveres en cualquier lugar de la República. Nos hemos familiarizado con la más amplia diversidad de estilos de asesinar. De pronto una foto le da vuelta a la tortilla.

El lunes a las cinco de la mañana una señora ve que de un coche arrojan un cuerpo. Llama a la Policía y encuentran muerto un joven sin documentos, con las manos atadas a la espalda, hinchado y amoratado por golpes en la cara. Su madre lo identifica como José Humberto Márquez Compeán, de 26 años.

Es el mismo que 14 horas antes un fotógrafo de la agencia AP captó sin un rasguño y caminando cuando era llevado por policías de Santa Catarina, Nuevo León, a un helicóptero de la Secretaría de Marina.

Nadie espera el castigo de sus asesinos legales. Tampoco de quienes dispararon y lanzaron una granada contra dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, envueltos en una nube de humo intencional para diluir la responsabilidad y proteger a los asesinos.

No es todo. Al día siguiente un discurso sorpresivo, inesperado y súbito del Presidente Felipe Calderón al terminar una comida con constructores de vivienda: “No nos vamos a dejar dominar por una bola de maleantes que son una ridícula minoría”. Si así nos tienen como nos tienen, qué sería si no fuera ridícula y minoría. “A través de la persecución y el hostigamiento…. Que se les hostigue hasta que entiendan…”.

Es como “si un día llegas en la noche, después de trabajar y le dices a tu esposa: mi vida, sabes que aquí, en la cochera, dejé entrar a dos muchachos muy simpáticos. Van a bolear zapatos, no se van a meter con nadie. Ahí me van a dar un porcentajito de las boleadas y no hay problema. Y a los ocho días llegas cansadísimo, te quieres echar un sándwich del refri y ya ves al cuate abriendo el refri. Comiéndose tu sándwich. Híjole, qué le digo. No, mejor no. Ya ves que trae su cuerno de chivo ahí. Al rato te lo encuentras en la tina echando burbujas, en fin. Hasta que te los encuentras en la recámara y vienes a decir: oye, el cuate se está poniendo mi traje y ve tu a saber qué otra cosa.

Entonces, la verdad es que mejor no los hubiera dejado entrar”, dijo don Felipe a los comensales boquiabiertos para que entendieran lo que nos pasa.

Así se fue la semana tristemente memorable. No entrará a la historia por la reunión binacional, ni por discursos pedagógicos adaptados por Walt Disney a nuestra capacidad mental. Tal vez sí por una fotografía. La que guardará la señora Márquez con la cara todavía intacta de su hijo, la que le fue tomada al joven cuando se preguntaba a dónde lo llevarían. La que puede convertirse en documento simbólico, representativo de una época de México en que tampoco sabemos a dónde nos llevan.
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