México
La década perdida
Carlos Salinas lanza dardos contra Ernesto Zedillo y Andrés Manuel López Obrador
El llamado del ex presidente de México (1988-1994), es un replanteamiento de la ideología del liberalismo social, ante el fracaso de lo que llama “la mancuerna perfecta”, la alianza entre neoliberalismo y populismo autoritario.
Cancelar “el gran viraje histórico”, que significan esas dos tendencias que sepultaron su ideario de neoliberalismo social, es para Salinas de Gortari “una asignatura pendiente que reclama —escribe— un compromiso decidido, en las palabras y en los hechos, con las mejores causas históricas de México”.
En el libro La Década Perdida, que saldrá a la luz pública en los próximos días, Salinas de Gortari expone “la urgencia de una nueva alternativa” para la modernización popular de México.
El neoliberalismo que denuncia Salinas está representado en el texto por los ex presidentes Ernesto Zedillo Ponce de León y Vicente Fox Quesada, en tanto que el populismo autoritario está protagonizado por Andrés Manuel López Obrador.
A sus dos sucesores, Salinas no los menciona directamente en el libro, sólo mediante referencias de tiempo, lugar y papel, y por nombre, de manera indirecta, en citas de otras fuentes. En el caso de López Obrador, se refiere de manera expresa al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Neoliberales y populistas, agrega, causaron entre 1995 y 2006 decepción, desesperanza y menos voluntad nacional, así como “una gran ansiedad por el destino de la próxima generación”.
En el epílogo de su libro, menciona a los miles de mexicanos que realizaron esfuerzos honestos a favor de la nación, en los gobiernos que enjuicia y en los partidos políticos principales. “Fueron avasallados en sus nobles propósitos”, expone.
Ante el desencanto de la población, una meta es “recuperar la capacidad de creer y curar la vergüenza de haber tenido fe” en el trabajo y su valía.
La Década Perdida es el segundo libro de Salinas en el autoexilio. En 2000 publicó México; un paso difícil a la modernidad, una memoria de gobierno, del desastre financiero de las primeras semanas de su sucesor, el encarcelamiento de su hermano Raúl.
Relata que en 1992, el PRI adopta el ideario de liberalismo social, “como la vía para promover las transformaciones sociales en el país”, cuando ya se disputaban la nación las otras dos alternativas. Aquella es la quinta etapa de promoción de libertades y justicia social, explica, que arranca con los postulados de la Constitución de 1857.
Finaliza el libro del 2000, con la perspectiva, que deposita en manos de las siguientes generaciones, “de construir una oportunidad para que se abra un nuevo capítulo del liberalismo social”.
En el texto que estará pronto en las librerías, estudia lo ocurrido desde que dejó Los Pinos, con base en teorías de politólogos; argumenta con base en informes de organismos, artículos periodísticos, entrevistas y registros hemerográficos de los acontecimientos.
Lo que en el 2000 fue la apertura de un compás de espera, esta vez constituye un exhorto de Salinas: “Hay que volver a creer en nuestra capacidad cívico-política, es decir, en el futuro del país”.
En una sociedad desorganizada, como la han reducido neoliberales y populistas, señala, “el camino ‘a la modernidad’ será únicamente el de la dependencia extranjera”.
Ya no es posible ocultar el desastre en la economía, la sociedad, la política y en la moral. Y entonces revela una determinación: “Por eso se ha tenido que luchar y resistir”.
Salinas dice que la situación nacional obliga a aportar una “pronta respuesta”, diferente del falso dilema, presente en el país desde 1995, de escoger entre el mercado y el Estado.
El momento crucial del periodo que analiza Carlos Salinas es el “error de diciembre” de 1994, un problema mal manejado que, señala, se convirtió en la peor crisis económica y social, desde la Revolución de 1910.
La burocracia que falló antepuso su protección al salvamento de las familias, empresas y el interés superior de la nación, y al pedir ayuda al extranjero aceptó la imposición de políticas y dio “un viraje de proporciones históricas”.
Al lado de los neoliberales, los grupos tradicionalistas se abocaron a recuperar las cuotas de poder perdidas por las reformas salinistas. A ellos los llama la Nomenklatura del PRI, que se beneficia del populismo autoritario.
Convierten a Salinas en chivo expiatorio de la crisis, para conseguirlo, utilizan la justicia como una herramienta que declara inocentes y culpables a discreción.
Otras víctimas de estos abusos son políticos, empresarios, luchadores sociales, comentaristas. Son prácticas habituales la fabricación de culpables, soborno a testigos, con el afán de encubrir errores que llevaron al país a sufrir consecuencias funestas, relata Salinas.
Zedillo y Fox pactaron protección y alianza, tras la derrota del PRI en la elección presidencial del 2000. El presidente entrante encubrió desviaciones del periodo anterior, calló la crítica situación en que recibió al país, por mantener la estabilidad macroeconómica; escondió el fracaso de la lucha contra la pobreza y en la educación.
En encubrimiento con el que se engañó a la nación, lo reveló Jorge Castañeda, en enero de 2003, expone Salinas. Prefirieron el encubrimiento a un ajuste de cuentas, sentar las bases de un mayor crecimiento del país, a partir de la conducción soberana de la nación.
El binomio Zedillo-Fox dejó la herencia nociva del liberalismo: la fractura de la confianza de los mexicanos en sí mismos; el populismo autoritario de quien se comparó con Jesús, como Mesías, debilitó la organización popular. Y frustró, deplora, una alternativa moderna de izquierda.
SUN 04-05-08 MBLD
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