México

La comparecencia de Calderón ante Obama

El Presidente de nuestro país tendrá que convencer a su homólogo de Washington de que el México de los años ochenta cuando fue asesinado Camarena es distinto al del siglo XXI y Zapata

En poco más de un mes que ha transcurrido desde la visita de Hillary Clinton a México, aquélla en la que se declaró fan del Presidente Felipe Calderón el 24 de enero, el tablero de la relación bilateral ha cambiado drásticamente, para mal de nuestro país.

Mientras la violencia relacionada con el crimen organizado se intensificaba, se multiplicaron las advertencias estadounidenses para no viajar a diferentes ciudades mexicanas, proliferaron las declaraciones amenazantes de diversos funcionarios de alto nivel de Washington, llovieron los diagnósticos pesimistas sobre la capacidad del Gobierno mexicano para controlar el fenómeno y, sobre todo, fue asesinado en San Luis Potosí Jaime Zapata, agente de migración norteamericano.

En este contexto llegará Calderón a su quinto encuentro con el presidente Barack Obama, mañana, con una larga lista de asuntos que han tensado la relación y que sin duda crean la atmósfera más complicada que haya tenido reunión alguna de ambos personajes.

Pero por si eso no complicara el panorama de la relación bilateral, justo en ese lapso de finales de enero a la fecha, lo que parecía un movimiento local tunecino se convirtió en una oleada de protestas que están generando un cambio histórico en África del Norte y el Medio Oriente, y que de manera inevitable concentrará la atención de Estados Unidos, erradicando a México de la agenda política de nuestro vecino.

Derivado de ello, México sólo llamará la atención de Estados Unidos por alarmas de violencia. La posibilidad de ir “tejiendo fino” se disuelve con la turbulencia árabe: dos dictadores amigables para Occidente han caído, un tirano históricamente antiyanqui pero que en los últimos años forjó arreglos económicos importantes con Europa y antiterroristas con Washington, se tambalea en medio de una guerra civil ya declarada. Y una docena más de regímenes autoritarios —algunos aliados claves de los estadounidenses y otros enemigos acérrimos— se cimbran ante la ola de protestas, sorprendidos por ese fenómeno nunca antes visto en las sociedades tan cerradas y autoritarias como las de allá: miles y miles tomando las calles para exigir libertades individuales, democracia, apertura.

En la cancillería mexicana deben estar recordando cómo la agenda de asuntos entre los presidentes Vicente Fox y George W. Bush quedó guardada en un cajón tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y las aspiraciones mexicanas de lograr la “enchilada completa” migratoria y “desnarcotizar” de una vez por todas la relación quedaron en simples sueños.

Calderón llega con pocas armas, valga la expresión: que el fusil que mató al agente Zapata provino de Texas, que rápidamente detuvieron a los presuntos involucrados y que aún queda un poco que reprochar por las ofensas privadas vueltas públicas por WikiLeaks al Ejército mexicano.

 Lejos de la enchilada y cerca de la comparecencia, en la que el Presidente de nuestro país tendrá que convencer a su homólogo de Washington de que el México de los años ochenta cuando fue asesinado Camarena es distinto al del siglo XXI y Zapata.

Saciamorbos

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