México

La batalla del Zócalo

Disfrazados de merengueros llegaron los primeros comandos al Zócalo. Fue el martes. Eran las 5:00 en sombra de la tarde, eran las 5:00 en todos los relojes

Disfrazados de merengueros llegaron los primeros comandos al Zócalo. Fue el martes. Eran las 5:00 en sombra de la tarde, eran las 5:00 en todos los relojes. Entraron por 20 de Noviembre y se colocaron en el frente sur, levantaron barricadas y echaron volados para subrayar las características de su aparente oficio. Tenían presentes las lecturas de Homero, La Ilíada y su canto a la guerra de los aqueos.

Disfrazados de empleados que salen a fumar a la calle, llegaron por Pino Suárez cubiertos de nubes de humo y se parapetaron en la esquina de Corregidora y Palacio. Acababan de estudiar a Leónidas, rey de Esparta, cuando con 300 hoplitas lacedemonios intentó detener las tropas de Jerjes I en el desfiladero de las Termópilas, en Lócrida oriental, pero fue derrotado.

Disfrazados de fritangueros llegaron por Moneda buscando El Nivel que, por omisión de la inteligencia, ignoraban que cerró hace cinco años. Disfrazados de trovadores de cantina entraron por Madero ocultando sus armas en las guitarras con la astucia de Nelson en Trafalgar que llevó su flota al triunfo sobre la fuerza naval conjunta de España e Inglaterra.

Disfrazados de marías entraron por Tacuba.

Establecido el cerco se impidió el paso de vehículos y peatones. Durante más de 24 horas la vida cesó en calles, viviendas, talleres, oficinas y fondas.

En la retaguardia, es decir, en el resto del país, se instrumentó una cuidadosa maniobra de distracción. Se supo, por ejemplo, que ocho millones de mexicanos se agregaron en los últimos cuatro años a los de pobreza extrema. Que desde ayer la gasolina cuesta ocho pesos el litro.

Pero volvamos al campo de batalla. No hubo bajas. El operativo resultó de un éxito ejemplar. Todo el mundo fue mantenido a raya. Fue una noche serena, tibia después de tantas de duro cierzo invernal. Un amanecer dorado. Un día apacible. Pero ninguna descripción de batalla es completa si no se explican sus causas.

La noche del miércoles, el Presidente Calderón inauguró en el Zócalo una exposición a la que el jefe de Gobierno del Distrito Federal fue “desinvitado” a inaugurar la víspera. Había que evitar un madrugón. Y así el Presidente don Felipe logró abrir sin contratiempos una exposición de fotos. De fotos. ¡Qué bárbaros, de fotos! ¡Qué idea! A nadie se le había ocurrido desde que hace casi dos siglos se inventó la fotografía, ¡por fin: fotos de chinas poblanas, de niñas gorditas y chapeadas, de morenas con trenzas! Ni en los calendarios de la cerveza Sol. ¡Qué brutos, cómo lo habrán logrado! Al Zócalo debían unir la Plaza Roja, la de San Pedro, la Mayor de Madrid, la Garibaldi y hasta la México en día sin corrida. ¡De fotos! ¡Oh! Paténtenlo. ¡Guau! Y no son pocas. ¡Oh! ¡Son hartas fotos! ¡Oh! Valió la pena el combate.

Cantemos victoria.
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