México
La balada del verano
Por: Rossana Fuentes Berain
En México, a diferencia de países europeos, no se paraliza la actividad productiva hasta “la reentre” el mes de septiembre, pero sí que nos merecemos todos unos días de sol y playa, de turismo cultural, de lectura de esparcimiento o tal vez sólo tiempo para arreglar pendientes, ver a los amigos de los que la vorágine diaria nos priva, o para el “dolce far niente”.
El ocio pareciera estar mal visto en nuestra sociedad en la que, cual conejitos de Alicia en el País de la Maravillas, se corre y se corre quién sabe hacia dónde, pero eso sí, repitiendo una y otra vez a que estamos todos muy ocupados.
Así que respiremos profundo y vamos a ver qué se puede hacer en las próximas seis semanas, sin culpa.
Viajar por México. Efectivamente, el turismo nacional está más que deprimido, y en una economía que depende en más de 50% del gasto del consumidor, no hay programa gubernamental, aunque funcionaran a 100%, que no es el caso, que salve los empleos de nuestros connacionales.
Las rutas sobran, 80 pesos invertidos en una Guía Roji de la República nos abren un abanico de opciones: joyas arqueológicas, ciudades coloniales, reservas naturales y, claro, destinos de sol y arena.
Tomar un Curso de Verano. Cada quien sabe cuáles son sus lagunas de formación o sus océanos de imaginación. Para ambos casos existen concentrados en los meses de verano una amplia gama de posibilidades pedagógicas que al final del programa nos harán o más competitivos profesionalmente o simplemente más felices.
Aprender a pintar, a narrar, a usar una computadora, a leer estados financieros, a ser un verdadero líder en tiempos de crisis, son conocimientos que no se adquieren de una vez y por todas en seis días o seis semanas, pero que un curso intensivo nos puede acercar herramientas para uso durante todo el año.
Hacer dieta y ejercicio, ¿en vacaciones? respingarán muchos diciendo que estoy loca de atar. Pues sí, en vacaciones, es el mejor momento para romper rutinas de alimentación disfuncionales para la salud, porque podemos hacer un alto en el camino de la comida y la bebida chatarra y realmente evaluar con ayuda profesional o sin ella, qué tanto necesitamos ese pedazo extra de pizza o esa segunda cerveza.
En cuanto al ejercicio, es cuando la rutina se interrumpe que podemos reordenar las prioridades, reorganizar el patrón de actividades diarias y recordar cómo se puede disfrutar algo tan simple como caminar.
Visitar a la familia y a los amigos. La formalidad de las vacaciones de Navidad cuando “hay que” estar en compañía y “hay que” ser sociable y, peor, “hay que” negociar si los tuyos o los míos, adquiere una dimensión totalmente distinta en el verano cuando no hay nada que no sea disfrutar a quien por gusto queremos ver en circunstancias de placer.
Leer o ver cine. No es fortuito que las grandes editoriales y los grandes estudios de cine consideren el verano como una de sus mejores fechas de lanzamiento de novedades.
Una de las formas de ocio más recurrentes es la del entretenimiento a través de la palabra impresa o de las imágenes en movimiento.
Yo sigo esperando con ansia que llegue a mis manos el tercer volumen de Henning Mankell, el escritor sueco de novelas policíacas de quien no puedo dejar de pensar si habrá enfrentado una indeseable muerte súbita por exceso de trabajo y falta de vacaciones.
Ocio, asueto, descanso, desocupación, festividad, fiesta, holganza, horas muertas, recreo, reposo, distracción... eso es lo que necesitamos todos de cuando en cuando para no olvidarnos que además de ser entes productivos, de tener que ocuparnos de la sobrevivencia propia y de quienes dependen de nuestro trabajo, podemos, de verano en verano, recordar que la vida está hecha de más que crisis económicas, luchas de poder, reportes, computadoras, compañeros que no lo son, jefes que sí lo son y rutinas, rutinas, rutinas… feliz verano a todos.
ROSSANA FUENTES BERAIN / Profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara.
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