México

La UNAM recuerda a Justo Sierra en su 98o. aniversario luctuoso

Justo Sierra luchó por la creación de una auténtica ciencia, así como expandir los conocimientos universales entre todos los mexicanos

CIUDAD DE MÉXICO (13/SEP/2010).- En el marco de los festejos por los 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es imperativo recordar a su fundador, Justo Sierra, cuyos ideales se han cumplido, luego de que intelectuales, científicos, artistas y humanistas han contribuido a incrementar la cultura nacional e internacional.

Justo Sierra Méndez, a quien se recuerda este lunes en el 98o. aniversario de su muerte, pugnó por contar con una verdadera ciencia nacional y mexicanizar los beneficios del saber universal.

José Narro, el actual rector de la Máxima casa de estudios, recordó que con ese propósito, la institución que encabeza diseñó fórmulas para romper “las torres de marfil” sin desnaturalizar los proyectos académicos.

Justo Sierra Méndez es conocido como “Maestro de América” por el título que le otorgaron varias universidades del Continente.

Fue hijo de Justo Sierra O’Reilly, eminente novelista e historiador, y de doña Concepción Méndez Echazarreta, hija de Santiago Méndez Ibarra, quien jugó un papel importante en la política yucateca del Siglo XIX.

A la muerte de su padre, acaecida en 1861, siendo casi un niño, Sierra Méndez se trasladó a la Ciudad de México donde, después de sus brillantes estudios, se relacionó con los mejores poetas y literatos de ese tiempo, entre ellos, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acuña, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, poetas de la Revista “Azul” y de la “Revista Moderna”.

Contó en alguna ocasión el propio Justo Sierra que Ignacio Manuel Altamirano, de quien era ya admirador, lo invitó a una reunión en la que estaban algunos de los más consagrados escritores de aquel tiempo. La velada tuvo lugar en casa de don Manuel Payno; estaban ahí, entre otros, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio.

Dice don Agustín Yáñez: “Desde aquella velada, Sierra ocupó un sitio de preferencia en los cenáculos, conmemoraciones y redacciones literarias; fue la sensación del momento en la tribuna en los días clásicos de la Patria; en una juventud que se consagró a la literatura, Sierra incursionó en el relato, el cuento, la novela y el teatro.

Algunos de sus poemas de juventud se publicaron en el periódico “El Globo”, y se dio a conocer con su famosa “Playera”. A partir de 1868 publicó sus primeros ensayos literarios; en el “Monitor Republicano” inició sus “Conversaciones del Domingo”, artículos de actualidad y cuentos que después serían recogidos en el libro “Cuentos románticos”.

Publicó también en la revista “El Renacimiento” su obra “El ángel del porvenir”, novela de folletín que no tuvo mayor impacto. Escribió también en “El Domingo”, en “El Siglo XIX”, “La Tribuna”, en “La Libertad”, de la que fue su director y en “El Federalista”. Asimismo, publicó en “El Mundo” su libro “En Tierra Yankee”.

Abordó además el género dramático en su obra “Piedad”.
En 1871 se recibió de abogado. Fue varias veces diputado al Congreso de la Unión, lanzó un proyecto que sería aprobado en 1881 y que daba a la educación primaria el carácter de obligatoria.

En ese mismo año fue aprobado su proyecto para fundar la Universidad Nacional de México. Tardaría sin embargo 30 años para verlo convertido en realidad.

Desde 1892, expuso su teoría política sobre la “dictadura ilustrada”, pugnando por un Estado que habría de progresar por medio de una sistematización científica de la administración pública. En 1893 acuña aquella célebre frase: “México es un pueblo con hambre y sed. El hambre y la sed que tiene, no es de pan; México tiene hambre y sed de justicia”.

En 1901 se trasladó a Madrid con el objeto de participar en el Congreso Social y Económico Hispanoamericano; fue en esta ocasión que conoció al célebre Rubén Darío, en París.

Presidió la Academia Mexicana, correspondiente de la Española. Influyó también en los escritores Luis González Obregón y Jesús Urueta.

Justo Sierra siendo secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes escribió también varios libros de historia para la educación primaria. Dirigió la publicación de “México, su Evolución Social”, (1900 -1902) y de la “Antología del Centenario”, (1910).

En colaboración con Gutiérrez Nájera, Francisco Sosa y Jesús E. Valenzuela creo la “Revista Nacional de Letras y Ciencias” donde se publicó su libro “La Evolución Política del Pueblo Mexicano”. Otra de sus más importantes obras fue “Juárez, su obra y su tiempo”.

En materia educativa propugnó por la autonomía de los jardines de niños, el progreso del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas Artes y Música, así como la promoción de la Arqueología Falleció en Madrid, España, a la edad de 64 años, el 13 de septiembre de 1912.
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