México

La Española, infierno fronterizo

Mujeres prostituyéndose por cinco dólares

LA ESPAÑOLA, NUEVO MÉXICO.- El sargento de la Policía Estatal Chris Valdez la llamó Wendy o Mary. El caso es que aquí hay muchas como ella: prostituyéndose por cinco dólares para obtener la dosis del día. Fue fácil hallarla. La cabecera del valle tiene apenas dos avenidas principales y ambas corren paralelas al río Grande. Tal y como dijo el oficial, la mujer caminaba en los alrededores del único McDonald’s del pueblo, flaca y torpe por los efectos de la heroína.

 Un sujeto con camiseta de tirantes la acompañaba. La prostitución es delito en Nuevo México, pero ni ella ni su pareja se veían preocupados por lo que hacían. “Finalmente son adictos”, dijo Valdez para justificar la inoperancia de la ley.

El lugar que Juan de Oñate proclamó capital de la Nueva España en 1598 es considerado el corazón del condado Río Arriba, unas 80 millas al norte de Albuquerque. El valle es atravesado por la carretera federal 285, conectada con la Interestatal 25, que termina en Montana, cerca de la frontera con Canadá.

 Su población es de unos 9 mil habitantes y la economía gira alrededor del laboratorio nuclear Los Álamos. Nuevo México es el principal productor mundial de chile, pero el valle no vive de su cultivo.

 La trascendencia le viene por su condición abatida, por ser la zona con uno de los mayores promedios de consumo de heroína que existe en Estados Unidos.

“Todos aquí tenemos problemas. El año pasado hubo 25 muertes de usuarios de la droga, de cocaína y heroína. Es un porcentaje muy alto”, dice el sargento Valdez. “Pero ese no es el problema. El problema es que el número de usuarios de las drogas es mucho más alto. A mí me parece que hay como 250 adictos que han sido resucitados este año. Y se me hace que estoy debajo de lo real, porque hay días en que los paramédicos ven hasta cinco casos de resucitación por día”.

El oficial dirige a dos subordinados desde una oficina vieja, repleta de papeles y diplomas colgados en las paredes. Dos escritorios forman una escuadra y sobre uno de ellos reposa una vieja computadora con el monitor apagado. El edificio de la Policía Estatal, en Paseo de Oñate, luce abandonado. Yerba seca nace de los rincones y la tierra envejece el cristal de las ventanas. No hay un solo auto sobre el área de estacionamiento. En el interior apenas se escucha el ruido que pueden generar cuatro personas aisladas en sus despachos, sin llamados telefónicos ni conversaciones entre sí.

“Los federales de la DEA y el FBI están en Albuquerque y Santa Fe. El FBI está más preocupado por los terroristas y la DEA creo que pone más atención de Albuquerque hacia el sur”, dice el sargento ante la ausencia de la fuerza policiaca que tanto presume la nación.



Valdez sostiene que la droga proviene de México. Concretamente de Nayarit. Le ha tocado arrestar a mexicanos originarios de ese estado, aunque a ninguno puede considerarlo un narcotraficante poderoso. “Puede ser que sean medianos. Pero nada más”. Lo cierto es que La Española se pudre por el consumo.

 La violencia intrafamiliar es el delito más común atendido por las autoridades y, sin exagerar, el oficial traza la realidad con una sola imagen: “Aquí cada casa tiene su muerto por heroína”. Incluso en la suya: el esposo de su hermana, dice, murió por la misma causa. “A mí me duele lo que pasa porque yo soy de aquí. Y ¿sabe?, es muy triste ver a muchitos y muchitas de 13 años clavándose la aguja”.

El “mapping system”

A principios de año el sargento recibió una invitación para capacitar a policías de Saltillo, Coahuila. “Uno es muy ignorante de este lado, ¿sabe? Acá todos los policías pensamos que en México toda la policía es atrasada y corrupta”. Se declara sorprendido por el tamaño de la ciudad y por la tecnología que vio a disposición del cuerpo de policía municipal.

“Nos enseñaron todo lo que tenían allá, cómo corría el department. Nosotros tenemos una persona pa’ que responda el telephone, pa’ todo, ¿sabe?, pa’ accidentes, pa’ lumbre, pa’ todo. Y allá tenían un cuarto con seis o siete y cada quien tiene su trabajo. Creiba yo que estaban atrasados. Y luego, el mapping system… Ahí veían y decían: aquí hay muchos raptos, aquí hay muchos droguistas… ¡Aquí eso lo hacemos con pin map! Y yo dije: somos nosotros los que estamos atrasados. Ellos solamente pusieron el computer y me pudieron decir qué tantas muertes hay, qué día hay accidentes, las drogas que han pescado y qué tenía mariguana, heroína, cocaína, ¿sabe? Y si usted me pregunta a mí, yo no le puedo decir cuánto hemos agarrado este año. No tengo los datos. Por eso le digo yo que pa’ pelear la guerra en drogas pues tenemos que estar up to be… Estamos muy atrasados”.

Lo dicho por el sargento tiene reflejo en las estadísticas del programa del Área de Alta Intensidad de Tráfico de Drogas (HIDTA, por sus siglas en inglés). Un informe de abril indica que en 2008 se confiscaron 813 kilogramos de cocaína, 85 kilos más que en 2007. De heroína fueron 56 kilogramos, por 15 registrados en 2007. Los decomisos se realizaron en el corredor fatal formado por Albuquerque, Santa Fe y valle La Española. Muy poco para los estándares de consumo local, de acuerdo con el sargento de la Policía Estatal. HIDTA atribuye a los cárteles mexicanos la desgracia regional. Nunca refiere la corrupción de autoridades locales.

“Jamás escucharás la palabra corrupción en ninguno de los discursos oficiales”, explica el doctor en sociología de la Universidad de Texas en El Paso, Tony Payán.

“La clase política de Estados Unidos es muy sensible a la retórica del caso. Aquí se lucha a toda costa para que prevalezca la idea de que no pasa nada. Es la misma política de ese discurso para sordos que envuelve al homosexualismo dentro del Ejército norteamericano. La política de don’t ask, don’t tell. Aquí no hay nada, aquí no pasa nada. Nunca verás una admisión, mediática o política, sobre la corrupción. Cuando ocurre un escándalo se culpa a las redes foráneas. Es lo que sucede con el tema del narcotráfico”, explica.
Sistema corrupto
La consejera de pacientes del Centro de Rehabilitación Santa Fe, Ruby Montoya, sabe lo que es la corrupción del sistema. Hace 17 años su hijo fue asesinado en La Española por un agente de la Policía Estatal. Previamente el muchacho había sido arrestado por el oficial. Fue golpeado por oponer resistencia. Los golpes le costaron un riñón. Salió del hospital y preparaba la demanda en contra cuando fue asesinado. Se deshicieron del cuerpo arrojándolo en un basurero local. Montoya se enteró de ello días después del homicidio. Buscó una orden judicial para que rescataran el cadáver. “Me dijeron que no”. Jamás recuperó el cuerpo. “Hoy el agente que mató a mi hijo es juez, y cada vez que le cae un adicto lo mete a la cárcel, no lo manda conmigo para su rehabilitación. Ésa es su venganza”. No ahonda más. No quiere ventilar detalles con la prensa, se justifica la mujer.

Yolanda Basoco Briscoe es directora ejecutiva del centro de rehabilitación en el que trabaja Montoya. Ella despacha en la sede ubicada en Santa Fe, unas 30 millas al sur. “Conseguir la droga en la región es bastante fácil”, afirma. “Y todo este problema comienza con un tráfico de medicamento por receta. Los adolescentes y jóvenes obtienen estas recetas acudiendo al médico. Obtienen Valium. Cuando ese médico no les extiende una receta, ellos fingen algún malestar y llegan a la sala de urgencias del hospital y consiguen más medicamento. Luego venden las pastillas y van y surten la receta nuevamente. Lo que sigue de ahí es la heroína, que es más fácil de hallar y más barata”. Basoco tiene registro de niños que fuman mariguana desde los ocho años.
En la estancia de La Española Ruby Montoya dice que los estudiantes de primaria hallaron otra forma de intoxicarse. “La moda entre los niños es inhalar el gel para las manos, que contiene alcohol... La policía aquí es muy corrupta. Todo el sistema es muy corrupto. Dicen que los traficantes son mexicanos, pero eso no es verdad. Aquí hay narcotraficantes grandes, a los que todos conocemos de toda la vida. Yo he ido a comprar droga para saber cómo trabajan los traficantes y le puedo decir que ellos hacen sus conexiones de droga a dos millas de aquí, sobre la carretera 285. Eso lo sabemos todos. La policía también. Pero no se hace nada. Por eso las cosas están así”.

Es la misma línea de percepción que se tiene en la principal ciudad del estado.

Los 11 feminicidios

Cuando Charlie Fresques avanzó hacia la mesa de concreto a mitad del parque Robinson, el olor a copal aún inundaba el ambiente. Medio centenar de personas se habían concentrado desde la tarde para rendir homenaje con un ritual maya a mujeres asesinadas y desaparecidas. La mujer que hizo de sacerdotisa habló en inglés. Los concurrentes tenían apellidos españoles, pero casi ninguno era capaz de hilvanar más de dos frases en el idioma. La hija de Fresques, Nina Harrin, tenía 21 años cuando desapareció hace cuatro años y cinco meses. Dijo a sus padres que realizaría una llamada telefónica de la caseta de las calles Central y Wyoming y los dejó por un momento a cargo de su hijo de cinco. Ya no regresó. Fresques piensa que está muerta. Esa es la suerte que tuvieron otras 11 mujeres que desaparecieron por las mismas fechas y cuyos restos fueron desenterrados en febrero de un predio al suroeste de la ciudad. “Esto es posible que lo hayan hecho los traficantes de droga. Pero para decir la verdad, se me hace que las policías aquí son corruptas y por eso no se investiga”, dice.

Ella llegó al parque Robinson antes del anochecer y tomó su veladora para el rito maya. La mantuvo en sus manos sin encenderla hasta que oscureció. Durante dos décadas ha tomado parte en manifestaciones de todo tipo, con tal de que la policía resuelva el paradero de su hermana Beatriz, a quien vio por última ocasión en 1989. “La historia de mi hermana es muy similar al de estas muchachas. Ella usaba drogas y se prostituía aquí en la calle Central. Luego comenzó a bailar en un lugarcito… Al principio yo leía cosas que pasaban en México y decía: esto es igual. Después decía, no. Pero en realidad es igual. Hay narcotráfico y corrupción”.

El asesinato de las 11 mujeres no ha revelado nada acerca de redes de narcotraficantes y criminales que operan en la ciudad, a pesar de que la policía sacó a relucir el pasado de adicciones y prostitución de cada una de las víctimas. Los reportes por su desaparición refieren que se les vio por última ocasión en el mismo sector de la ciudad conocido como The War Zone. Difícil hallarle otro calificativo a un espacio poblado por hispanos, negros y asiáticos marginados, en donde abundan la heroína y las metanfetaminas y se concentran casi todos los crímenes de Albuquerque. Es la zona identificada por cualquiera como el infierno urbano. El agujero negro de los últimos 20 años.

“La policía no ha hecho absolutamente nada en todo este tiempo. Nada. Es muy familiar a lo que están haciendo ahora con estas mujeres: Nada”, dice Guadalupe López.

El predio donde fueron descubiertos los restos de las 11 mujeres se prepara para convertirse en parque. Al sur de West Mesa, como se conoce al cementerio, el enorme desierto se extiende como si fuera infinito. La tira de la Interestatal 25 acaba diluyéndose entre montañas que parecen juntarse en un mismo ángulo. Es la única vía que conecta con la frontera sur. El sitio en el que, dice el doctor en sociología de la Universidad de Texas en El Paso, Tony Payán, comienza a señalarse la enorme corrupción de las agencias federales. “Los cargamentos cruzan aleatoriamente por los puertos de entrada, en donde cada vez hay más tecnología y cada vez, debido a ello, existen más aduanales corruptos que la dejan pasar. Pero Estados Unidos nunca ha tenido la capacidad retórica de aceptar que su corrupción pueda ser sistémica. (…) Los cañonazos de dinero son igual en México que en Estados Unidos”.
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