México
Iniciativa México... ¿a favor de qué?
Pues a pesar del avasallador poder de las televisoras, estoy entre los críticos
Ayer, dos de los más fuertes empresarios mexicanos, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas, accionistas mayoritarios de Televisa y TV Azteca, lanzaron con toda la pirotecnia visual y auditiva que permiten sus señales privadas, la Iniciativa México. En el acto, gracias a gestiones que son harto convincentes, reunieron a rectores de las mejores universidades. No hay mejor aval.
El periodista Carlos Loret, uno de los presentadores del evento, se afana hoy en defensa de esta iniciativa que, afirma, no presenta un México “color de rosa” y que desmiente a los críticos porque arranca con un retrato “estremecedor, brutal” de nuestra realidad: el de la pobreza, los delitos y la violencia.
Pues a pesar del avasallador poder de las televisoras, estoy entre los críticos.
No hay que estar en contra del esfuerzo informativo que pretende reconocer a los mexicanos que desde el anonimato y en silencio trabajan todos los días, tesoneramente, y sostienen al país. Debe descalificarse el intento, sí, por hacer otro reality show, ahora con un proyecto televisivo que, como anuncia la convocatoria de Iniciativa México, premiará a quienes sean mejor calificados por la audiencia gracias a proyectos humanitarios o de desarrollo. Seguramente aparecerán a cuadro mujeres abnegadas, niños enternecedores y ancianos desvalidos. La fórmula conocida: más votos a quien sea más conmovedor o carismático.
Y para cerrar el círculo: premios en millones. ¿Habrá un sueño más recurrente en nuestro país que amanecer un día con una cuenta de varios ceros en el banco?
Pero vamos por partes. No hay nada reprobable en destacar a quienes trabajan fuera de los círculos del poder porque, conscientes o ingenuos, saben que no hay posibilidad de entrar en ellos. Sin embargo, los influyentes que aprovecharán el Bicentenario y el Centenario para premiar a los esforzados del pueblo y ponerlos como ejemplo de lo que se debe hacer para “transformar” al país, no ceden sus prerrogativas y como dijera Vallejo, mantienen una impunidad que ya dura décadas.
Las televisoras, las grandes cadenas de radio, por ejemplo, podrían romper con el círculo vicioso que mantiene viva la corrupción política que se alimenta de las costosas campañas políticas. Pagan las campañas, ganan elecciones y después detienen los cambios que podrían, ésos sí, transformar la vida de los millones de ciudadanos que, por más que trabajan, no consiguen cambiar a México.
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