México
Inicia nueva era en la guerra contra el crimen
Peña Nieto se enfoca a delitos como secuestro y extorsión, dejando de lado la persecusión de los grandes capos
El problema de corto plazo, reseña, es que todavía no está claro que esta nueva estrategia mexicana termine en los hechos –aunque ya concluyó en la estrategia de comunicación– con los muertos diarios, los secuestros, las extorsiones, el tráfico de migrantes, los enfrentamientos entre cárteles, las desapariciones forzadas y el consumo de drogas.
Previo a la visita del presidente Barack Obama a México, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) informó que entre enero de 2007 y marzo pasado se registraron más de mil 750 muertes violentas de menores en hechos vinculados con la guerra. El dato más estrujante es que en ninguno de esos casos, destaca la ONG, se ha hecho justicia.
Los datos de Redim destacan que el sector más vulnerable es el de los adolescentes entre 15 y 17 años y los estados más peligrosos son Chihuahua, Nuevo León, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas. También calcula que siete de cada 10 menores asesinados lo son por armas de fuego. El promedio mensual de defunciones fue de 15 en 2010, 20 en 2011, 24 en 2012 y 50 en lo que va de 2013. Febrero de 2011 y junio de 2012 fueron los meses que registraron el mayor número de muertes: 34 en cada mes.
El director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco, el lunes anterior escribió al presidente Obama una crítica a su administración por la complicidad en las violaciones de derechos humanos relacionados con la guerra contra las drogas.
“Una de las iniciativas políticas más sorprendentes reveladas por Peña Nieto es el cambio en la estrategia para hacer frente a la delincuencia asociada con los cárteles de la droga. En febrero se comprometió a invertir miles de millones de dólares en programas sociales para hacer frente a las causas profundas de la delincuencia”, reseñó la televisora Katar Al Jazeera.
“Tal vez lo más preocupante para Estados Unidos es la restricción de la distribución de recursos e inteligencia entre los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley en México y aquél país”.
Lo dice porque el domingo anterior, el diario The Washington Post reveló cuán involucrado estuvo Estados Unidos en la guerra de Calderón, que ha durado ya más de 6 años: “La administración del ex presidente Felipe Calderón había concedido a los aviones espía de Estados Unidos acceso al espacio aéreo mexicano con el propósito de recolección de inteligencia. Drones de Aduanas y Protección Fronteriza habían volado desde bases en los Estados Unidos en apoyo de incursiones militares y de la Policía Federal mexicana contra blancos de la droga y para el seguimiento de los movimientos que permitieran establecer “patrones de la vida, sospechosos. Los Estados Unidos habían proporcionado señales electrónicas de alta tecnología, sensores de tierra, equipo, dispositivos de teléfonos móviles de seguimiento y reconocimiento de voz, herramientas de análisis de datos, equipos de piratería informática y cámaras de aire que podían leer las matrículas de tres millas de distancia”.
En una conferencia de prensa en la Casa Blanca el martes, Obama reconoció que todavía no sabe si las relaciones bilaterales van a cambiar. Las críticas hacia México por este cambio en la relación bilateral no se han hecho esperar.
Shihab Rattansi, del programa Inside Story Américas, dijo apenas el viernes pasado: “(Peña Nieto) está tratando de reposicionar su estrategia de centrarse en los crímenes más atroces como el secuestro, la extorsión, las cosas que afectan la vida cotidiana de la gente, en vez de ir por los capos y los decomisos… pero (esta estrategia) no hace mucho para reducir la cantidad de drogas que entran en los Estados Unidos”.
Fin de la “guerra estilo Washington”
En el frente de batalla, la “guerra estilo Washington” parece empezar a desmontarse.
El martes pasado, The New York Times reveló que el nuevo Gobierno mexicano ha decidido sacar del primer círculo de inteligencia a todos los norteamericanos que durante el Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa asumieron un poder inaudito.
Los oficiales de Estados Unidos ya fueron expulsados del centro de inteligencia común, con base en Monterrey, y una muestra de que ya no tendrán un lugar preferente fue cuando a agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos sugirieron la posibilidad de una explosión de bomba en el Anexo B de la Torre de Pemex, simplemente se les relegó de la investigación.
El diario norteamericano, que recientemente ganó el Premio Pulitzer por una investigación en México, dijo que: “A funcionarios de seguridad norteamericanos les fue solicitado dejar un importante centro de inteligencia en Monterrey, en el cual habían trabajado lado a lado con un grupo de comandantes militares y policías mexicanos, recolectando y analizando informes de inteligencia en bandas de narcotraficantes”.
“Los mexicanos, haciendo mofa de la noción de que los norteamericanos tenían mucho contacto con diferentes agencias, cuestionaron el valor del centro de inteligencia, y dejaron claro que pondrían reglas más estrictas para compartir inteligencia sobre las drogas”.
En el reportaje se reseña una anécdota, en la que uno de los nuevos funcionarios mexicanos preguntó a una de sus contrapartes de EU: “¿Tenemos que hacerles a ustedes la prueba del detector de mentiras?”, en referencia a exámenes que habrían realizado agentes norteamericanos a altos funcionarios del país para despedirlos en caso de ser corruptos, lo que generó alarma en Estados Unidos.
Y sobre el caso de la Torre de Pemex: “Se invitó a los agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos para ayudar a investigar. Pero después de que recomendaron en una evaluación preliminar que una bomba podría haber causado la explosión, el papel de la agencia en la investigación se vio interrumpida, dijeron las autoridades estadounidenses, y agregaron además que las autoridades mexicanas cancelaron una visita de un equipo de investigadores de Estados Unidos”.
El último indicio del fin de la colaboración es que, a menos de 48 horas que el presidente Obama llegara al país y con dudas de que México vaya tras capos, el Gobierno del Presidente Peña Nieto capturó al suegro de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera sin dejar en claro si Estados Unidos participó en el arresto.
Durante el sexenio de Felipe Calderón, México y Estados Unidos establecieron una intensa relación en materia de seguridad y forjaron una alianza “sin precedentes” para combatir a los cárteles de la droga; sin embargo, ahora, con el Gobierno de Enrique Peña Nieto, ese intercambio puede estar en riesgo, pues al nuevo Presidente de México parece no gustarle “el grado de implicación de Estados Unidos en su país”.
De acuerdo con un análisis sobre esa relación, publicada en The Atlantic y titulada “México está listo para poner fin a las políticas fallidas de la guerra contra las drogas–¿Por qué no EU?”, es claro que el status quo dejado por Calderón no le gusta a Peña Nieto.
Con base en esta aseveración, Conor Friedersdorf, autor del análisis, plantea que la guerra contra las drogas en México ha sido “un espectacular fracaso” y ha alentado las críticas, pues desató más violencia de lo que nadie previó —con más de 60 mil muertos y 25 mil desaparecidos en los últimos siete años—. “El periodo de máxima implicación estadounidense ha coincidido con un aumento en la horrible violencia del narcotráfico”, destaca.
Además, el flujo de drogas hacia Estados Unidos continúa sin disminuir. México sigue siendo el mayor proveedor del mercado de la heroína, mariguana y metanfetamina y el punto de transbordo para 95% de la cocaína. “Así que la estrategia fue de alto costo y baja recompensa. Se incrementó la violencia y no se hizo nada para reducir la oferta de drogas”, plantea The Atlantic.
Sin embargo, afirma Friedersdorf, aparentemente todos en el gobierno de Estados Unidos quieren mantener el status quo fracasado. “Funcionarios estadounidenses están muy molestos porque el nuevo líder de México ha decidido seguir su propio camino”.
Las políticas de Estados Unidos, añade, no han dado resultado y por ello considera válido que los mexicanos decidan probar algo diferente.
“Teniendo en cuenta que con el acuerdo actual los mexicanos son los que se ocupan de los cadáveres, una pequeña maravilla que son capaces de apreciar los más persistentes e irracionales guerreros antidrogas de Estados Unidos. Las drogas pueden tener efectos horribles por sí mismas. Lo que es aún peor es el mercado negro de las drogas. Sólo hay una forma de acabar con ellos en un país libre. Y las autoridades no están abiertas a ello, a pesar de que el fin de la prohibición debilitaría a los carteles más que otra cosa.
“Así que la matanza continúa”, concluye The Atlantic.
SinEmbargo.mx
EL DATO
Apoyo mutuo
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, se reunió en abril con la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, y acordaron acciones para la prevención de la violencia fronteriza y fortalecer los esquemas vigentes de cooperación, así como coordinación en materia de seguridad pública.
ANÁLISIS
Cambio de señales
El cambio de colores en la Presidencia de la República, con la llegada al poder del priista Enrique Peña Nieto, representó también un cambio en la estrategia de combate a los cárteles de drogas. Pero, a cinco meses de su toma de posesión, el escenario es poco alentador: la espiral de violencia no se ha detenido, el gobierno de EU se muestra preocupado por el vuelco de timón y el Mandatario ya debió solicitar públicamente un plazo de un año para que su administración dé resultados.
Buena parte de la comunicación del Gobierno del antecesor de Peña Nieto, el panista Felipe Calderón, se centró en proclamar los logros de su ofensiva contra el crimen organizado. Sin embargo, la estrategia calderonista no contó con un mínimo consenso social. Generó un clima de enfrentamiento del Gobierno con amplios sectores y terminó pasándole factura al Presidente y su partido, que cayeron al tercer lugar en las elecciones presidenciales de 2012.
En busca de capitalizar el descontento ciudadano, Enrique Peña Nieto ofreció desde su campaña una nueva dirección. Afirmó que las Fuerzas Armadas (Ejército y Marina, puntales ambos de la estrategia de Calderón) no serían retiradas de inmediato de las calles pero sí que se harían las reformas necesarias para que, en el mediano plazo, fueran sustituidas por fuerzas policiacas renovadas. Ofreció crear una Gendarmería Nacional con un enfoque de mando único que articulara más eficazmente las acciones policiales, prometió incrementar los fondos para las políticas de prevención del delito y adoptar un enfoque más centrado en el uso de la inteligencia militar y policial y menos en el combate.
El primer cambio que se aplicó fue en la política de comunicación, que hizo bajar notoriamente el perfil del tema en la agenda federal. Varios analistas (entre ellos el columnista Raymundo Riva Palacio) coinciden en que también se ha frenado el enfoque ofensivo frente a los cárteles de drogas y se ha adoptado una política de repliegue. La preocupación del Gobierno estadounidense sobre la estrategia de seguridad de Peña Nieto, reflejada por los medios de ese país, tiene que ver con ese vuelco, que ha significado además un enfriamiento de la colaboración del Gobierno mexicano con las agencias estadounidenses.
En ese sentido, algunos leen la reciente captura de Inés Coronel, suegro y operador de Joaquín “El Chapo” Guzmán (presentado a los medios en un estilo no demasiado diferente al del pasado Gobierno), como una señal destinada a serenar el clima bilateral antes de la visita del presidente Obama a México.
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