México

Impacto migratorio de la insurgencia norafricana

Para el mundo entero, la emigración se ha convertido en una práctica cada vez más extendida, a la que no parece encontrársele una solución humanitaria

Para el mundo entero, la emigración se ha convertido en una práctica cada vez más extendida, a la que no parece encontrársele una solución humanitaria. Numerosos emigrantes abandonan su tierra acosados por el hambre o la falta de oportunidades y también por la guerra, como en el actual conflicto de Libia, en donde los enfrentamientos entre las fuerzas de Gadhafi y sus opositores han provocado que más de 350 mil personas hayan huido de su país, según estimaciones del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

A la violenta represión de Gadhafi se han unido los bombardeos que lleva a cabo la OTAN, al amparo de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que autorizó a los estados miembros de la Organización a actuar en forma individual o por conducto de acuerdos regionales para “proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estuviesen bajo amenaza de ataque”, excluyendo expresamente acciones de ocupación militar de cualquier clase en territorio libio.

Desde el inicio de su actuación, además de yerros que han costado múltiples vidas inocentes, la OTAN ha rebasado los límites establecidos por la citada Resolución del Consejo de Seguridad y ha sido abierto el apoyo de varios de sus integrantes a los opositores al régimen de Gadhafi, entregándoles armamento, sin que hasta el momento de escribir estas líneas se haya producido una situación de clara ventaja a favor de uno u otro bando, manteniendo en el aire la pregunta: ¿Después qué?

Este impasse llevó la semana pasada a los mandatarios de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido a lanzar una verdadera proclama, mediante la cual se han comprometido a precipitar la caída del dictador y, como en otros casos, crear un “nuevo orden” político en Libia. Es altamente probable que esta nueva actitud requiera de un nuevo aval del Consejo de Seguridad y no parece que haya condiciones para que se extienda a la OTAN un cheque en blanco.

Ya hemos atestiguado en el pasado que acciones como las que Obama, Sarkozy y Cameron tienen en mente se han traducido lo mismo en la destrucción de milenarias expresiones culturales enmarcadas en templos, palacios e incluso museos, que en la aniquilación de estados, como en Somalia, o en la dudosa democratización de Iraq.

Es un hecho que el Norte de África está que arde, y eso preocupa a sus antiguos colonizadores, que nunca se fueron del todo y conocen bien el potencial de los recursos petroleros y otros más, de gran importancia estratégica, que existen en esa zona del Continente.

La insurgencia norafricana iniciada en enero en Túnez continuó en Egipto y se extendió a Argelia, Marruecos y Libia; por si ello fuera poco, el Medio Oriente se ha visto convidado a este proceso y el descontento ha brotado en Bahrein y Siria, si bien con características particulares en cada caso. De lo que no hay duda es del hartazgo de los pueblos árabes con gobernantes autócratas, hasta ahora apoyados por Occidente, y de que cada conflicto genera una inevitable cuota de emigrantes.

No es ocioso afirmar que el conocimiento de los complejos factores internos y externos que imperan en las dos regiones, así como los posibles escenarios a futuro, incluyendo el balance del poder internacional, tienen que ser objeto de un análisis profundo para obtener una mediana comprensión de lo que allí ocurre.

Por lo pronto, el desasosiego en esa parte del mundo está teniendo un impacto especial en la Unión Europea, ya bastante dividida por su política económica, pues la inmigración se ha convertido en una verdadera “papa caliente”. La propuesta italiana de emitir visas temporales para enfrentar la llegada de miles de norafricanos a sus costas fue violentamente rechazada por Francia, Alemania y otros gobiernos, y llevó a Berlusconi a exclamar: “Si la Unión Europea no alcanza un acuerdo concreto sobre inmigración, es mejor separarse y que volvamos cada uno a nuestro sitio”. Esta expresión, pletórica de egoísmo, es casi inconcebible en un país industrializado, cuyo Gobierno se muestra incapaz de lidiar con la llegada de 25 mil inmigrantes, cuando, de acuerdo con datos de ACNUR, los convulsos Túnez y Egipto han recibido 180 mil y 160 mil refugiados, respectivamente.

En suma, el problema migratorio podría constituir un duro golpe a la cohesión europea. Un costo colateral que debiera ser evaluado, en términos humanitarios, como parte de los efectos de la intervención de la OTAN en Libia.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando