México

Ideas de Dios 2

Escribir de Dios es cosa delicada. Dios es el infinito torbellino de las posibilidades, decía el franciscano Guillermo de Baskerville

Desayunaba antier en restaurante con mamá y hermanas, y un lector se acercó con su hijito a decirme que le gustó mi artículo pasado (“Ideas de Dios”, 5/XI/2010). Justo una noche antes supe que a otro lector le dio ataque de flojera, porque le parecí indefinida, tibia. El señor que me pidió que escribiera de la necesidad de educar en Dios llamó para agradecer; un concuño de plano no entendió, o leyó de prisa, y en la comunidad donde mi madre reza y habla mal o bien del prójimo —todo por su orden, imagino—, una señora llevó el periódico para compartirlo. Cada comentario se agradece, hasta el de la flojerita, porque al fin y al cabo leyeron mis ocurrencias semanales.

Escribir de Dios es cosa delicada. Dios es el infinito torbellino de las posibilidades, decía el franciscano Guillermo de Baskerville, en la obra de Umberto Eco, El nombre de la rosa. Vuelvo al tema, ¿ayuda la idea de Dios, o de principios éticos, a la hora en que parece que se han rebasado los límites de la convivencia, por las exacerbadas manifestaciones de violencia que antes estaban pero no veíamos, y también de aquellas nuevas formas que hacen su aparición a luz del día y se nos vuelven insoportables? ¿Qué rostro de Dios o qué principios tiene presentes quien hace violencia a los otros? ¿Opera una especie de borrón amnésico cuando se firman permisos fraudulentos para traficar con inmuebles, o con el agua, o medicinas, o para dejar que una familia gaste en transporte público la mitad de su gasto mensual? ¿Y al exprimir a trabajadores, regalar droga a jóvenes y niños, secuestrar, agredir a las mujeres en su propia casa, escuela o sede laboral, hacer sufrir a las víctimas de los delitos calvarios adicionales, pisar a los otros para tener poder o enormes riquezas, activar los escuadrones de la muerte que matan adictos en vías de recuperación? El etcétera de las violencias es largo. Éstas comienzan lentamente a construir el gran tsunami de lo que ahoga la vida democrática.

¿Cómo vivir en paz en México, vencer el miedo, ser leales a una idea de justicia y solidaridad? Las distintas iglesias y demás sitios donde nos educamos y convivimos: los hogares, las escuelas, cines, teatros, espacios públicos y allí donde los gremios y organizaciones deliberan y llegan a consensos, tienen enorme campo de acción.

En mi idea de Dios, él es quien siempre aguarda a que nos cumplamos, nos completemos, seamos aquello para lo que fuimos hechos: vocación, propósito, destino. Es el sí a las infinitas posibilidades de la conversión. En la niebla del adicto, adicción vuelta tiniebla, dice que la paz es posible. En la víspera del disparo o la ofensa, afirma que sí se puede cancelar la bala, el insulto, dar el paso y ganar. ¿Ganar qué? Ser hermanos. En la soledad, es presencia.
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