México

Haití: dos kilómetros

La cifra oficial es fría. Aterra: 75 mil muertos en el sismo de Haití

La cifra oficial es fría. Aterra: 75 mil muertos en el sismo de Haití. Con respeto hacia ellos y ellas, la dimensión de la tragedia asustaría, si imaginariamente se les acomodara uno al lado del otro: cabrían alrededor de tres en cada metro lineal; tres mil en un kilómetro. O sea, tendidos, los cadáveres ocuparían más de dos kilómetros. Terrible. Sólo pensarlo produce escalofríos.

Tan frágiles que somos los seres humanos. Si no son las enfermedades, las guerras, los accidentes, acechan las catástrofes naturales: tsunamis, huracanes, terremotos y demás. No queda todo ahí. Sobre las víctimas de los efectos de la Naturaleza caen enseguida más golpes dolorosos: el hambre, la sed, las heridas, la pérdida de personas amadas, la destrucción de las propiedades, la falta de medicinas, la carencia de refugios, el pavor a que ocurran más fenómenos similares, más réplicas y destrucción.

A lo anterior se suma el dolor, la herida profunda por quienes murieron: el padre, el hijo, la madre, el hermano, la abuela, el amigo querido, la novia… una larga lista de quienes hay que buscar, agotar las esperanzas, entregar el poco aliento para hallarlos. Para, en el mejor de los casos, si se les encuentra destrozados, tal vez tener que enterrarlos, ya, ahora, sin rendirles el debido luto, sin las suficientes oraciones ante el cuerpo presente.

Pero si no aparece, sigue la pesadilla: tal vez esté entre los arrojados con cal a una fosa común. Ahí, apretujado, irreconocible, despedazado. Sin ser él o ella, no el que se conoció en vida; es otro, es otra, sin nombre. ¿Realmente se quedó en ese sitio?, se preguntarán el resto de sus días los deudos, los sobrevivientes, los que cargarán con la duda.

Luego viene la desesperación masiva, el hambre colectiva, la frustración convertida en violencia. La rapiña, los asesinados por turbas, la locura colectiva. Bien narraba el psiquiatra austriaco Víctor Frankl cómo en las peores condiciones de vida, en las más terribles situaciones, como ocurrió en los campos de concentración nazis, el ser humano muestra lo peor de sí mismo, lo más oscuro, sus locuras, y en menor medida, unos cuantos ofrecen lo más noble, lo más amoroso, la solidaridad. Una minoría que reivindica, ¡uf!, al ser humano.

Haití, sobreviviente de la eterna pobreza, de las invasiones de otros países, de cuantas crueles dictaduras te han atropellado, ahora, por si algo faltara, eres destrozado por un sismo. ¿Qué tienes, Haití, que los dioses, el ser humano y la Naturaleza confabulan contra ti?

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