México
Hacerla de jamón
Carlos Navarrete califica la negociación dominada por el PRI como ‘‘el botín de los corsarios de Peña Nieto’’
PRI,
PAN,
PVEM y Panal. Carlos Navarrete califica la negociación dominada por el PRI como “el botín de los corsarios de Peña Nieto”; por reivindicar, a la fuerza, lo que el PRI no supo defender en 71 años; por llevar al límite a la Cámara baja; “un espectáculo grotesco” por lograr un presupuesto electorero para pavimentar el regreso a Los Pinos.
Hasta el diputado perredista Emilio Serrano se infartó. El secuestro legislativo se reduce al interés priista por amarrar el gasto del Gobierno; recortarle a Calderón lo más posible; evitar duplicidades y adelgazar la alta burocracia; reasignar 96.6 mil millones; construir carreteras; sembrar más billetes en el campo; ahorcar a las universidades públicas; no desaparecer tres secretarías (eso le toca al Senado); consentir a los gobernadores leales y apretar a los mandatarios de amarillo y negro. La feudalización de la política, según Navarrete.
La misma receta de la protesta izquierdosa se aplica al caso de los electricistas. Venció el plazo para la liquidación copeteada. Cobraron su cheque 27 mil 407 ex trabajadores; 61.57% de los agremiados al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME); el Gobierno presume el vaso medio lleno. Martín Esparza afirma que la autoridad miente; promete denunciar a los diputados comprados por Javier Lozano. El SME, músculo de la nueva izquierda mesiánica (con estandarte de la Virgen), se empeña en métodos de confrontación obsoletos. Provoca irritación y rechazo. Noroña y Encinas se toman la foto con manifestantes; evidencian que el reclamo por los derechos sindicales es un pretexto para desatar la inestabilidad que conviene al movimiento encabezado por López Obrador. La mejor estrategia es mantener el espectáculo mediático y al país en un grito: gente, pancartas, atascos; histeria, atropellos y agresiones. Salen chispas visibles como el enojo estéril del Presidente por la rechifla que lo bañó al inaugurar el nuevo estadio de Santos.
Las ruidosas manifestaciones de la izquierda, en el Congreso y en la calle, extravían lo mejor de su esencia; silencian el análisis, la crítica y la propuesta. La huella de ese izquierdismo de artificio es la rabieta furiosa; el extremismo radical e inocuo. ¿Qué les interesa defender? Estamos condenados a padecer una izquierda que sólo se opone pero no propone; que todo reclama; que desperdicia su pólvora en infiernitos. Nuestros políticos de izquierda sólo saben hacerla de jamón. Como describe Ricardo Alemán: “Son pequeñitos, más bien de utilería”.
Inconforme con el desaire prianista en la discusión de un presupuesto ilegal, abusivo y arbitrario, la izquierda se encabrita. No está en el frente político y menos en el económico. El presupuesto, negociado en tiempos extra, distribuye tres billones 176 mil 332 millones de pesos y lleva el voto a favor de
Hasta el diputado perredista Emilio Serrano se infartó. El secuestro legislativo se reduce al interés priista por amarrar el gasto del Gobierno; recortarle a Calderón lo más posible; evitar duplicidades y adelgazar la alta burocracia; reasignar 96.6 mil millones; construir carreteras; sembrar más billetes en el campo; ahorcar a las universidades públicas; no desaparecer tres secretarías (eso le toca al Senado); consentir a los gobernadores leales y apretar a los mandatarios de amarillo y negro. La feudalización de la política, según Navarrete.
La misma receta de la protesta izquierdosa se aplica al caso de los electricistas. Venció el plazo para la liquidación copeteada. Cobraron su cheque 27 mil 407 ex trabajadores; 61.57% de los agremiados al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME); el Gobierno presume el vaso medio lleno. Martín Esparza afirma que la autoridad miente; promete denunciar a los diputados comprados por Javier Lozano. El SME, músculo de la nueva izquierda mesiánica (con estandarte de la Virgen), se empeña en métodos de confrontación obsoletos. Provoca irritación y rechazo. Noroña y Encinas se toman la foto con manifestantes; evidencian que el reclamo por los derechos sindicales es un pretexto para desatar la inestabilidad que conviene al movimiento encabezado por López Obrador. La mejor estrategia es mantener el espectáculo mediático y al país en un grito: gente, pancartas, atascos; histeria, atropellos y agresiones. Salen chispas visibles como el enojo estéril del Presidente por la rechifla que lo bañó al inaugurar el nuevo estadio de Santos.
Las ruidosas manifestaciones de la izquierda, en el Congreso y en la calle, extravían lo mejor de su esencia; silencian el análisis, la crítica y la propuesta. La huella de ese izquierdismo de artificio es la rabieta furiosa; el extremismo radical e inocuo. ¿Qué les interesa defender? Estamos condenados a padecer una izquierda que sólo se opone pero no propone; que todo reclama; que desperdicia su pólvora en infiernitos. Nuestros políticos de izquierda sólo saben hacerla de jamón. Como describe Ricardo Alemán: “Son pequeñitos, más bien de utilería”.
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