México

Guerrero, todo quedará en familia

Partidos franquicia y cacha-todo, candidatos saltimbanqui, gobernadores que defraudan la confianza de sus electores y un clima enrarecido por la ruda disputa entre primos

Partidos franquicia y cacha-todo, candidatos saltimbanqui, gobernadores que defraudan la confianza de sus electores y un clima enrarecido por la ruda disputa entre primos.

El Estado de Guerrero sintetiza todo esto y más: el profundo rezago social (ocupa el lugar 30, sólo antes de Oaxaca y Chiapas, en el índice de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), los rescoldos de la experiencia guerrillera y la violencia criminal generada por la presencia de las bandas del narco.

El domingo 30 de enero, en lo que será la primera elección del año, acudirá a las urnas un electorado que ha probado con creces la frustración de una alternancia fingida que no modificó sustancialmente los resortes de la vida social, cultural y productiva de la Entidad.

No debería extrañar, en tales condiciones, que prevalezca el abstencionismo como señal de hartazgo o indiferencia ante un desenlace previsible. Porque al margen de quien salga victorioso en la contienda por la gubernatura —Ángel Heladio Aguirre Rivero o Manuel Añorve Baños—, la hegemonía priista está garantizada.

En Guerrero, el PRI y el PRD colman el escenario político. Sólo que es muy difícil distinguir entre uno y otro. Añorve, alcalde con licencia de Acapulco, el municipio más poblado y próspero del Estado, es el “gallo” de la coalición Tiempos Mejores para Guerrero, integrada por PRI, PVEM y Panal. Aguirre Rivero, senador con licencia que abandonó al PRI hace unas semanas, luego de una militancia de más de 30 años, es el candidato de la alianza Guerrero nos Une, que forman PRD, PT y Convergencia. Importa recordar que el abanderado de “las izquierdas”, en su momento diputado federal de lealtades salinistas, sustituyó al gobernador Rubén Figueroa junior tras la matanza de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas (28 de junio de 1995) y ha sido identificado como uno de los responsables del “acoso” a perredistas y diversos movimientos sociales desde los años noventa.

El escenario, pues, anunciaría la continuidad de un Gobierno formalmente perredista. Sin embargo, las cuentas alegres de los aliancistas no parecen encontrar asidero en la realidad. Si no por otra cosa, porque la cuestionada gestión del gobernador saliente, el empresario Zeferino Torreblanca, representa un “handicap” difícil de remontar.

Su aislamiento político y los saldos negativos en prácticamente todos los rubros de su administración contribuyen a explicar la debacle del PRD, partido que en 2005 logró un triunfo arrollador con 13 puntos de ventaja sobre el priismo y tres años después, en los comicios intermedios, perdió más de 50 alcaldías (entre ellas Acapulco) y cuatro escaños en el Congreso local (recuperados por la dupla PRI-Verde).

Porque se trata, en cualquier caso, de una contienda de pronóstico reservado que anuncia tempestad y conflicto más allá de las urnas. Pero una cosa es segura: gane quien gane todo quedará en familia. Aunque, lamentablemente, pierda Guerrero.
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