México
Guerra contra la impunidad
El enemigo es la impunidad. Detrás de las 40 mil muertes hay, por lo menos, 30 mil homicidios que investigar
Pero si una “guerra” hay que emprender ahora no es contra el narco o los narcos, sino contra la impunidad. El problema de la guerra a las mafias es que nunca la ganaremos mientras no demos una batalla decisiva y definitiva contra un sistema de justicia que facilita la impunidad. Se puede seguir combatiendo y persiguiendo narcos todos los días, metiendo al bote a millares de narcos, narquitos y burritos, pero vamos a seguir eternamente en está lógica de persecución, caminando en una banda sin fin, si no encontramos nuevas formas de acción y le cambiamos el rostro al enemigo.
El enemigo es la impunidad. Detrás de las 40 mil muertes hay, por lo menos, 30 mil homicidios que investigar, pues una parte ha caído en enfrentamientos con las Fuerzas Armadas o las policías, pero la inmensa mayoría no. Cuántos de esos asesinatos, no digo se han aclarado, sino siquiera se han investigado; cuántos han llegado a juicio y quiénes han sido procesados por matar a otros narcos, a los miembros de otras bandas. Mientras las autoridades consideren que el hecho de que las bandas se maten entre ellas no sólo es inevitable sino casi natural, pues el Gobierno no tiene vela en ese entierro (una metáfora macabra que no lo es) no vamos a avanzar.
En un país donde vivir es muy costoso y matar es muy barato hay algo mal de raíz. Para una gran número de jóvenes mexicanos la vida es una tragedia permanente, y la muerte un azar tan presente como ausente es el Estado. Combatir la impunidad no significa abarrotar las cárceles, por el contrario, es en las cárceles donde están los malos, los peores y los supuestos malos, donde la impunidad es más presente. En nuestro sistema penitenciario sólo el que tiene dinero tiene derecho a juicio y sólo el que paga “mordidas” puede vivir decorosamente. Combatir la impunidad es tener la certeza de que el que viola la ley, el que atenta contra el bien de una persona, o de todos, tendrá que pagar las consecuencias, pero es también la certeza de que el Estado no usará su fuerza arbitrariamente contra una persona o grupo.
La guerra contra la impunidad es una guerra contra la ineficiencia de las instituciones, que persiguen los delitos selectivamente; es una guerra contra la burocracia inútil, incapaz de interesarse en el problema del otro; es una guerra contra el mal uso de los recursos públicos, pero sobre todo es una guerra contra la justicia selectiva, contra ese sistema que permite que haya miles de jóvenes esperando un juicio que nunca llegará y víctimas esperando una justicia que no verán. Ésa es la guerra que hay que emprender.
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