México

Guadalajara, 2090

“Guadalajara 2090” será, en suma, la concreción puntual de todas las promesas que sus gobernantes han hecho a lo largo de la historia

Si George Orwell —híbrido de novelista con profeta de desastres— hubiera reencarnado y lo hubiera hecho en Guadalajara (un buen lugar para expiar los pecados que hubiese cometido en su vida anterior), probablemente estaría escribiendo una nueva novela de anticipación, como las que más renombre le dieron (“Rebelión en la Granja”, “1984”, etc.), que podría llevar, tentativamente, ese título: “Guadalajara, 2090”.

(A guisa de información contextual: Orwell escribió en 1948 una novela a la que tituló “El Último Hombre en Europa”. El escritor reparó en que, en la España del franquismo, la prensa no refería las cosas como habían ocurrido, sino como deberían haber ocurrido según las directrices del partido. Discurrió, entonces, escribir esa especie de “antiutopía”, rebautizada “1984” por sus editores, invirtiendo los últimos dígitos del año de la edición: 1948).

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Así, recorriendo el mismo camino que tan afortunado le resultó en su vida precedente, Orwell retrataría a la Guadalajara del año 2090: la ciudad que debería ser, de conformidad con las estupendas directrices de sus gobernantes... Será una Guadalajara reconciliada con sus añejas etiquetas de “Ciudad Amable” y “La Perla de Occidente”. Tendrá excelentes —cómodos, eficientes, rápidos— sistemas de transporte colectivo: metro, tren eléctrico, macrobús. Unos cuantos automóviles particulares —eléctricos o solares— circularán por sus estupendas calles y avenidas, libres por completo de baches. Un “Tren Bala” la unirá con la Ciudad de México. Las lluvias torrenciales —en eso no habrá cambios— ocasionarán leves y momentáneos contratiempos: en cuestión de minutos, una parte del agua se habrá filtrado a los depósitos subterráneos de las que se abastecerá a los lugareños; el resto se enviará al Lago de Chapala mediante un ingenioso sistema de canales. Los Arcos del Milenio estarán concluidos; es más: competirán con la Estatua de la Libertad y la Torre Eiffel —bicentenarias ambas para entonces— como los monumentos más visitados del mundo. Habrá un Museo Guggenheim y las primeras franquicias latinoamericanas del Louvre y el Hermitage. La ciudad habrá sido sede de unos Juegos Olímpicos aclamados —ejem, ejem...— como “los mejores de la historia”. No habrá grafiti. Habrá gobernantes competentes y honestos. Varios tapatíos habrán ganado diversos premios Nobel.

Una docena de tapatías habrán ganado sendas ediciones de “Miss Universo”. El Atlas estará a punto de ganar su segundo título de Liga...

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“Guadalajara 2090” será, en suma, la concreción puntual de todas las promesas que sus gobernantes han hecho a lo largo de la historia.

Amén. Así será... Ya lo verá quien viva para entonces.
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