México
Gómez Mont, presidenciable
La renuncia de Fernando Gómez Mont es una invitación para regresar años atrás
Fernando Gómez Mont es una invitación para regresar años atrás ,a lo que durante el priato fue el arte de la interpretación de los hechos y declaraciones políticas que detrás de su aparente ambigüedad supuestamente escondían mensajes sólo accesibles a los iniciados. Aceptemos la invitación y aventuremos, de eso se trata este juego, posibles consecuencias de la renuncia de Gómez Mont al
Partido Acción Nacional (PAN).
De entrada, lo obvio: al renunciar al PAN, Gómez Mont no desaprueba la línea trazada para el partido por César Nava, sino las prioridades elegidas por el propio Felipe Calderón. Gómez Mont entonces muestra públicamente sus diferencias con el Presidente, sin que eso le cueste el cargo de secretario de Gobernación. ¡Pocas cosas pueden ayudar más a construir una personalidad atractiva y presidenciable, que enfrentar al presidente en turno por un asunto de principios. Pregúntenle a Calderón.
Por eso los otros secretarios y precandidatos más o menos destapados del gabinete están furiosos y han hecho todo lo posible porque se sepa. A diferencia del gabinete de Fox, donde las diferencias entre los secretarios se ventilaban públicamente, en este Gobierno todos son auténticos y disciplinados subalternos del presidente, todos menos Gómez Mont. La férrea disciplina que ha impuesto Calderón en su gobierno, la exigencia de lealtad y cercanía ha tenido también otra consecuencia, sus secretarios son desconocidos para el gran público y en general políticos menores. Hoy, mientras en los partidos de la Revolución Democrática (PRD) y el Revolucionario Institucional (PRI) fuertes precandidatos están a la vista de todos, en el PAN no se ve nadie con personalidad y presencia propios. Es por eso que la renuncia de Gómez Mont al PAN paradójicamente lo coloca como la personalidad más fuerte de la derecha rumbo a 2012. César Nava y los barones del PAN juegan al sacrificio, quemando su reputación y prestigio en la hoguera de las necesarias —si no quieren entregarle al PRI la Presidencia en una bandeja—, pero impopulares alianzas con el PRD.
En ese desierto, Gómez Mont se yergue —entre el electorado de derecha— como un hombre de principios, de palabra, incapaz de compromisos oportunistas y comprometido con las reformas que el país sí necesita. Mientras Gómez Mont recorre el país y las estaciones de radio abogando por las candidaturas independientes, se construye el perfil perfecto para encabezar una. Él ha dicho y repetido que no le interesa la Presidencia, que no es un político profesional y que no tiene vocación de poder, ¡qué magníficas credenciales de presentación frente a una ciudadanía que desconfía justamente de todo lo anterior! Y aunque sus reclamos de inocencia presidencial son creíbles, en política cuando el destino del país está en juego, los deseos personales son poca cosa frente a la presión y la responsabilidad.
Falta por supuesto que sobreviva al enojo y animadversión que su decisión despertó entre sus compañeros de gabinete, que muy visceralmente pero correctamente leyeron en su gesto el peligro que se cernía sobre sus propias ambiciones, y harán todo por descarrilarlo.
La renuncia de
De entrada, lo obvio: al renunciar al PAN, Gómez Mont no desaprueba la línea trazada para el partido por César Nava, sino las prioridades elegidas por el propio Felipe Calderón. Gómez Mont entonces muestra públicamente sus diferencias con el Presidente, sin que eso le cueste el cargo de secretario de Gobernación. ¡Pocas cosas pueden ayudar más a construir una personalidad atractiva y presidenciable, que enfrentar al presidente en turno por un asunto de principios. Pregúntenle a Calderón.
Por eso los otros secretarios y precandidatos más o menos destapados del gabinete están furiosos y han hecho todo lo posible porque se sepa. A diferencia del gabinete de Fox, donde las diferencias entre los secretarios se ventilaban públicamente, en este Gobierno todos son auténticos y disciplinados subalternos del presidente, todos menos Gómez Mont. La férrea disciplina que ha impuesto Calderón en su gobierno, la exigencia de lealtad y cercanía ha tenido también otra consecuencia, sus secretarios son desconocidos para el gran público y en general políticos menores. Hoy, mientras en los partidos de la Revolución Democrática (PRD) y el Revolucionario Institucional (PRI) fuertes precandidatos están a la vista de todos, en el PAN no se ve nadie con personalidad y presencia propios. Es por eso que la renuncia de Gómez Mont al PAN paradójicamente lo coloca como la personalidad más fuerte de la derecha rumbo a 2012. César Nava y los barones del PAN juegan al sacrificio, quemando su reputación y prestigio en la hoguera de las necesarias —si no quieren entregarle al PRI la Presidencia en una bandeja—, pero impopulares alianzas con el PRD.
En ese desierto, Gómez Mont se yergue —entre el electorado de derecha— como un hombre de principios, de palabra, incapaz de compromisos oportunistas y comprometido con las reformas que el país sí necesita. Mientras Gómez Mont recorre el país y las estaciones de radio abogando por las candidaturas independientes, se construye el perfil perfecto para encabezar una. Él ha dicho y repetido que no le interesa la Presidencia, que no es un político profesional y que no tiene vocación de poder, ¡qué magníficas credenciales de presentación frente a una ciudadanía que desconfía justamente de todo lo anterior! Y aunque sus reclamos de inocencia presidencial son creíbles, en política cuando el destino del país está en juego, los deseos personales son poca cosa frente a la presión y la responsabilidad.
Falta por supuesto que sobreviva al enojo y animadversión que su decisión despertó entre sus compañeros de gabinete, que muy visceralmente pero correctamente leyeron en su gesto el peligro que se cernía sobre sus propias ambiciones, y harán todo por descarrilarlo.
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