México

Frágiles suspiros

Hugo X. Velásquez (1929-2010) trabajó toda su vida con los cuatro elementos con los que se pensaba en el Renacimiento que estaba hecho el hombre: tierra, agua, aire y fuego

Hugo X. Velásquez (1929-2010) trabajó toda su vida con los cuatro elementos con los que se pensaba en el Renacimiento que estaba hecho el hombre: tierra, agua, aire y fuego. Una combinación de éstos formaban lo que se llama el temperamento clasificado como sanguíneo, es decir, de humor variable o melancólico, triste y soñador; colérico o de voluntad fuerte y sentimientos impulsivos y, finalmente, flemático o apático.

Los cuatro elementos eran los mismos que usaba Hugo para hacer sus piezas de cerámica que tendrían seguramente su propio temperamento resultado de ese oficio que Hugo aprendió desde joven, con unas piezas expuestas a la alta temperatura que eran el resultado azaroso de la horneada, pues el vidriado nunca se sabe cómo quedaría y si resultaba tal como se lo había imaginado el ceramista que tenía que esperar hasta que saliera del horno. Por eso decía Hugo que el día que no le temblaran las piernas al final de la horneada, dejaría de ser ceramista.

En 1982 edité y publiqué un libro sobre su vida y obra, escrito por Ma. Luisa Puga, quien tomó nota de sus años en Nueva York, hasta ese mismo momento. Luego, se fue a su taller en Cuernavaca para que nos pudiera explicar el proceso y lo que implica hacer una pieza de cerámica, tal como las hacía Hugo o como las sigue haciendo Aurora Suárez, su esposa, también ceramista pero con un sello inconfundible relacionado a su feminidad, tanto en la forma como en el fondo de sus piezas magníficas, presentadas siempre con cierta modestia frente a las del maestro y que fueron parte de su vida como pareja.

A Hugo lo despedimos este fin de año: falleció el pasado 31 de diciembre en su taller de Cuernavaca.

Fue un gran amigo y artista indiscutible, tal como lo descubrió Germaine Gómez Haro cuando curó su exposición hace un par de años en la Casa Lamm, donde encontró que el vacío y la paradoja eran las dos constantes en la obra de Hugo: “Bruscos y sutiles contrastes de lleno y vacío, presencias y ausencias, reposo y movimiento, control y libertad, azar y precisión, se alternan como notas improvisadas en la poética del jazz... Hugo contempla el mundo con una mirada azul y transparente, para aprehender el vacío y plasmarlo en un equilibrio perfecto... Es la presencia del azar la que guía el futuro de sus piezas en las manos delicadas de su creador, hasta el gesto primordial y el fuego que fija y suspende el movimiento del cuerpo cerámico para siempre. La obra de Hugo X. Velásquez son frágiles suspiros detenidos en un instante fugaz”.

Sí, las obras de Hugo, como su vida misma, fue un frágil suspiro entre sueños e ilusiones.
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