México

Flagelo que afrenta

El sicario, asesino asalariado, se forma a través de grupos o bandas diseminadas en los barrios, sin distinción de poblaciones por su clase, volumen o clase social

Sicario significa “asesino asalariado”. Triste significado para quien ejerce tal ocupación, equiparable a la aceptación y compromiso de dar un servicio y cumplimiento a satisfacción del comprador. Es así como la supresión de una vida tiene precio sujeto a oferta y eventual demanda del patrón o cliente.

A este plano circunstancial se adiciona el ímpetu natural de los adolescentes en quienes aún no alcanza la reflexión de respeto a la vida humana, y sí la aspiración hacia la imprudente intolerancia, infortunadamente incompatible con medios de vida honesta.

El sicario, asesino asalariado, se forma a través de grupos o bandas diseminadas en los barrios, sin distinción de poblaciones por su clase, volumen o clase social. El sicario es, hasta cierto punto, ingenuo instrumento actuando con la justificación de la penuria insoluta por falta del trabajo, de estudio o ambos; teórico círculo de viciosa actualidad.

Los jóvenes sicarios con dos o poco más décadas de vida están influenciados por la desesperación generadora de decepción, rencor y desencuentro con opciones de trabajo, sustentado por buen ejemplo educativo y desempeño inteligente de productividad. Educación es la propuesta a partir del encuentro y aprovechamiento óptimo de oportunidades que de manera natural conduce a la vocación y desarrollo de personalidad.

Las políticas públicas durante varias décadas se inclinaron a la fácil venta de recursos naturales al extranjero y exportación de fuerza laboral humana, sin considerar caducidad, capacidad y sustitución; esta última con lamentable proximidad de los recursos naturales por otros energéticos y los humanos por la tecnología reductora de empleo a la mano de obra. Los resultados, con el correspondiente reproche a la imprevisión, saltan a la vista en la sociedad, a través de figuras amenazantes de violencia: el sicario.

Es imprescindible considerar que la obra educativa no es sexenal. Quizá por eso se contempla poco atractiva a los ojos gobernantes. A cambio, sí es la ignorancia que forma parte de un sistema perverso, tendiente a mantener la manipulación y con ella el lucro contribuyente a la inquietud anárquica.

Vocación y determinación dejan tarea a la administración pública, al próximo sexenio apurado desde ahora por los precandidatos, para definir la ruta de encuentro a soluciones efectivas a los reclamos sociales. La vocación se trae o atrae a partir de la circunstancia del país y su entorno para influir en cada individuo en la definición contribuyente a su bienestar y el de la sociedad toda.

Deberemos procurar la exportación de bienes con valor agregado de mano de obra calificada con la correspondiente competitividad internacional y adicionalmente el cultivo de servicios, entre otros el turismo; con la conciencia de abatir la imagen de inseguridad en sus diversas expresiones; entre ellas, la destacable del sicario.
Dios nos guarde de la discordia.
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