México

¡Festejemos!… ¿a quiénes?

A dos de las rebeliones más importantes del pueblo mexicano los grupos en el poder las transformaron en monumentos y estatuas, nombres de calles, escuelas o ciudades

Las guerras de independencia de México (1810-1822) “fueron luchas interclasistas profundamente anticoloniales, que lograron establecer la soberanía nacional pero fracasaron en hacer una revolución social”, señala el investigador James D. Cockcroft en La Esperanza de México, libro en el que ofrece una visión documentada, analítica, crítica, de la historia de nuestro país hasta finales del siglo XX.

Se trata de un texto con una perspectiva distinta a la oficial, a la versión de héroes de estampita, al jolgorio patriótico anual septembrino, o a la demagogia de los sucesivos grupos gobernantes que, salvo excepciones, se apoderaron de los discursos de la Independencia y la Revolución para legitimarse, que los enaltecieron para autonombrarse herederos (PRI) o admiradores (PAN) de ambos movimientos, que los usaron a su favor mientras daban migajas a los excluidos y avalaban la acumulación de riqueza en pocas manos.

A dos de las rebeliones más importantes del pueblo mexicano los grupos en el poder las transformaron en monumentos y estatuas, nombres de calles, escuelas o ciudades; en historias incompletas o mutiladas; en desfiles cívicos y gritos de Independencia proferidos por quienes han entregado el país a empresas extranjeras; en vítores a 1910 cuando en el agro campea la miseria que ofende cualquier espíritu sensible. ¿Celebrar un centenario y un bicentenario de movimientos que lucharon por mejores condiciones de vida de los marginados en un momento en que la pobreza es insultante y contrasta con un grupito de multimillonarios, entre estos el hombre más rico del mundo?

James D. Cockcroft, autor también de Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana, revela cómo los indígenas y las mujeres son dos grupos que han tenido un papel relevante en la historia de nuestro país y de sus luchas sociales, dos grupos a los que se les ha escamoteado su presencia masiva, detrás, al frente o a un lado de quienes los lideraron. Miles de indígenas y mujeres participaron en rebeliones “desde abajo”, desde comunidades, barrios o talleres, antes, durante o después de las guerras de Independencia y de la Revolución Mexicana.

Las masas empobrecidas siempre estuvieron, en los distintos contextos históricos, en esa lucha permanente, que continúa, por defender y garantizar sus derechos laborales, humanos, económicos y políticos, que aseguren un mejor país a los que sobreviven en el sótano de éste, y no sólo a la clase media comodina y las élites.

Sí, festejemos a nuestros héroes de la Independencia y la Revolución. Lo merecen. Pero también reivindiquemos al pueblo trabajador y empobrecido, a indígenas, mujeres, campesinos, jóvenes y obreros, incluidos clérigos, intelectuales y militares patriotas, base social de los principales movimientos mexicanos.
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