México
Fe, esperanza y percepción
Esperanza da ver ondear el verde de las banderas celebrando la victoria, fe de que vamos a poder salir del hoyo en el que estamos metidos
El Georgia Dome no estaba lleno, pero había cerca de 50 mil aficionados, más verdes que azules, más mexicanos que bosnios, todos entusiastas, divertidos, participativos. La fiesta empezó a las cuatro de la tarde, el partido a las ocho. Por la ciudad desfilaban familias y grupos de muchachos y muchachas con orgullosos signos externos de su identidad.
En un momento pensé que nos iban a arrasar los bosnios-herzegovinos, porque en el parque frente al Georgia Dome, en una cadenciosa fuente que se hacía grandota y se hacía chiquita, eran más ellos que nosotros tomándose fotos; pero ya en el estadio la mancha verde se impuso.
Cantos, porras, el Himno Nacional; imposible, indeseable blindar el corazón con la distancia del observador desde la atalaya periodística ante esa muestra representativa del millón 200 mil mexicanos que viven con papeles o sin ellos, legal o ilegalmente, dentro de la jurisdicción del Consulado de México en Atlanta.
El viaje del héroe del momento, Javier Hernández, el “Chicharito”, hacia la portería, elegante o no, sirvió para anotar el primer tanto y todos brincamos al unísono. Después vino la marcación de Edgar Pacheco y la victoria se hacía posible para un pueblo ávido de triunfos.
Con los “goles” empezaron los “olés”. En la media cancha, los jóvenes dominaban la pelota y divertían a la afición para la cual los gambetas entre periodistas, políticos y empresarios mexicanos quedan muy lejos. En el estadio, las mantas eran para saludar a sus pueblos no para denostar al Presidente; los periodistas no hablábamos del despido de Carmen Aristegui y no había conversación alrededor de los empresarios de medios.
Dos horas de alivio en una semana donde las patadas fueron constantes. La cargada de la prueba se recayó inopinadamente en el acusado por seguir el juego de un diputado, Gerardo Fernández Noroña, cuyo lugar estaría más cerca del espectáculo de las gradas que de los curules.
Con el silencio de Aristegui pierden —perdemos— todos, porque en una democracia en construcción deberían caber todas las voces; pero bueno, ése no es el México de fuera de la cancha, ése es el México en el que nos hemos convertido a nivel internacional: en el payaso que recibe las bofetadas, el México que unos ingleses imbéciles se atreven a describir como de flojos y flatulentos.
Esperanza da ver ondear el verde de las banderas celebrando la victoria, fe de que vamos a poder salir del hoyo en el que estamos metidos. ¡Ahora las heladas en Sinaloa! y tristeza por la percepción que el otro equipo, el de periodistas, políticos y empresarios, proyecta torpeza en un partido, el otro donde la verde pierde.
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