México

“Etnocidio silencioso”

Ismael de los Santos Barrea, del Estado de Guerrero, tenía un año y ocho meses de edad cuando falleció arrollado por un camión en un campo de Sinaloa, en el surco donde sus padres lo dejaron mientras realizaban el corte de ejote

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En México, 3.6 millones de niños y niñas de entre cinco y 17 años de edad desempeñaban alguna actividad económica en 2007, de acuerdo con los “Resultados del módulo de trabajo infantil” de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (último estudio en referencia). El Estado de Guerrero tiene la tasa de ocupación infantil más alta: 20%. Tereso, el adolescente wixárika que murió en la miseria y el abandono a principios de 2009, en el Hospital Civil de Guadalajara, es el ejemplo de este sector. Las leyes y convenios internacionales para protección de los menores quedan en letra muerta, ante el desamparo del sistema social.

Mediante solicitudes amparadas por leyes de transparencia, se requirió a las entidades federativas “el total de menores de edad que murieron accidentalmente en hechos laborales, es decir, que se registrara su fallecimiento por trabajar en el campo, calle o giro comercial, en las anualidades 2007 y 2008”. Excepto Hidalgo y Guanajuato, las autoridades estatales respondieron que “la información es inexistente”.

La Procuraduría General de Justicia de Hidalgo registró seis muertes en 2007, y ocho más el año pasado. En Guanajuato se documentaron cuatro fallecimientos en 2008; sin embargo, las autoridades no aclararon en dónde ocurrieron los hechos.

La Red Nacional de Organismos Civiles de Derechos Humanos (conformada por 65 grupos de 21 estados de la República mexicana), registra cuatro casos de niños que en los últimos meses murieron en campos agrícolas del Norte del país, y uno más sobre un grave accidente. “Pero creemos que la cifra puede ser mucho mayor, debido a que los empresarios hostigan a los padres de los menores para que no den parte a las autoridades”, sentencia Édgar Cortez Morales, secretario ejecutivo del organismo. “Actualmente estamos haciendo un estudio de menores muertos en el campo. Lamentablemente, las autoridades siguen sin cumplir con sus responsabilidades, mientras las empresas abusan de la mano de obra de las familias jornaleras, sobre todo indígenas, generándoles condiciones de trabajo muy deplorables, sin garantizar la seguridad médica. Los jornaleros encuentran pocas o nulas oportunidades de trabajo, aunado a una política de falta de apoyos al campo en zonas indígenas, lo cual provoca la migración como opción de sobrevivencia. Quedarse en sus pueblos es morir en la completa marginación”.

En los campos agrícolas se emplean anualmente alrededor de seis millones de jornaleros, en una población que incluye hombres y mujeres adultos y menores de edad —de acuerdo con un dictamen de la Cámara de Diputados—. Dependiendo del tipo de cultivo, niños y adolescentes se incorporan a las actividades productivas: desyerbo, recolección y selección de frutas y hortalizas; empaque, carga y acarreo, con las mismas condiciones y exigencias laborales de adultos. En los estados donde predomina la producción de frutas y hortalizas (Baja California, Baja California Sur, Sinaloa y Sonora) se observa una mayor participación de las mujeres y los niños, mientras que en entidades como Colima, Jalisco, Nayarit, Morelos y San Luis Potosí se combina este tipo de producción con la industrial, que demanda mayor resistencia física. En Veracruz, la producción cañera involucra a niños desde los nueve años de edad.

En sitios de atracción migratoria, los menores nacen y crecen entre explotación laboral, miseria, hacinamiento y carencia de servicios básicos; entre ambientes socioculturales diversos que les exigen permanentes esfuerzos de adaptación, pero que al mismo tiempo los hacen sujetos de discriminación, estigmatización y exclusión —coinciden organismos de la Red Nacional—. Desnutrición, insalubridad, analfabetismo y baja escolaridad son característicos de este grupo infantil.

Incumplimiento

El Consejo de Jornaleros Agrícolas de la Montaña del Estado de Guerrero, precisa que durante la temporada alta de migración —de septiembre de 2008 a enero de 2009—, de los ocho mil 177 indígenas que migraron hacia el Norte del país, 519 son niños y niñas en el rango de cero a un año de edad. Entre éstos se encontraba Ismael de los Santos Barrea, originario de la comunidad me´phaa (tlapaneca) de Santa María Tonaya, Municipio de Tlapa. Tenía un año y ocho meses de edad cuando falleció el pasado 7 de febrero en un campo de Sinaloa, luego de ser arrollado por un camión tipo torton, en el surco donde sus padres lo dejaron ante la falta de una guardería, mientras realizaban el corte de ejote.
Además del lamentable deceso, los padres —Cecilia Barrera Basurto y Julio de los Santos Eusebio, de 17 y 18 años de edad— enfrentaron la negativa de los dueños de la Agrícola Reyes, propiedad de la agroindustria El Sol, para trasladar el cuerpo del menor a su lugar de origen y otorgarles una indemnización.

Cecilia y Julio se enrolaron como jornaleros agrícolas en Sinaloa, ante la falta de empleo que les permita acceder a una vida digna en Guerrero. En esta Entidad, las condiciones de marginación empujaron a 388 mil 350 personas a emigrar a los estados del Norte durante los últimos 13 años (de acuerdo con la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social).

Recuento mortal

Cinco menores indígenas de Guerrero han muerto en campos agrícolas en los últimos dos años:

Tomate
David Salgado Aranda, originario de la comunidad de Ayotzinapa, Municipio de Tlapa de Comonfort, tenía ocho años de edad cuando falleció (6 de enero de 2007) aplastado por un tractor, mientras cortaba tomate en el campo de Santa Lucía, que pertenece a la Agrícola Paredes, en la Sindicatura de Costa Rica, en Culiacán, Sinaloa. Su caso presentó irregularidades. Incluso la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) tomó cartas en el asunto.

Chile
Timoteo Ventura Pastrana, originario de la comunidad de Colonia de Filadelfia, Municipio de Tlapa, perdió un brazo a los tres años de edad en un accidente provocado por un trabajador en el rancho El Carmen, Municipio de Ciudad Jiménez, Chihuahua, adonde sus padres migraron y se enrolaron como jornaleros en el corte de chile jalapeño. El hecho ocurrió el 3 de septiembre de 2007.

Ejote
Marcial Solano González, originario de la comunidad de Santa María Tonaya, Municipio de Tlapa, tenía 11 meses de edad cuando a consecuencia de una enfermedad diarreica murió en el campo Isabelitas, perteneciente a Agrícola del Valle, en Villa Juárez, Sinaloa. Su muerte se debió a la falta de atención médica de calidad en el Hospital General de la Entidad, en donde se supone que están afiliados por parte de la empresa y deben de ser tratados como el resto de los derechohabientes. El deceso ocurrió el 18 de febrero de 2008.

Exportalizas
Mario Félix Martínez, originario de la comunidad de San Mateo, anexo de San Juan Puerto Montaña, Municipio de Metlatónoc, tenía nueve años de edad cuando se ahogó en un estanque del campo agrícola Patole, de la Agrícola Exportalizas Mexicanas, en San Ignacio, Sinaloa, adonde llegó el 15 de enero de 2008. Murió el 11 de abril del mismo año.

Incendio
Estrella Santos Nava tenía 11 meses de edad cuando murió calcinada en un campo agrícola de Hermosillo, Sonora, al incendiarse la galera rural en donde se encontraba junto con otros 15 menores. Esto ocurrió el 24 de mayo de 2008 y, al igual que la mayoría de los casos, el cuerpo fue sepultado en el Estado donde ocurrió el deceso.

Los cafetales

En el Sur, los niños no escapan del riesgo que conlleva el trabajo en el campo. En Santiago El Pinar, Chiapas, son obligados al trabajo en el café de grano y maíz. Hay familias que migran como jornaleras al Norte del país junto con sus pequeños hijos. Sin embargo, los que viven en el municipio, uno de los más pobres de México, padecen intensas horas al azote del sol.

“En Choyo, delegación a cinco kilómetros de la cabecera municipal, acaba de morir un niño de nombre Jorge Márquez. Fue por trabajar, se enfermó y no se recuperó, ante la falta de medicinas y doctores”, comenta Felipe Jiménez, habitante de cabecera municipal.

Enfatiza que cuando es temporada de café, “varios niños no asisten a la escuela por querer ganarse ese dinero… pos’ aprovechan aunque pierdan clases. Les pagan por lata 12 pesos, una lata es como un bote de pintura de esos grandes; en algunas zonas se pagan hasta 13 pesos. Imagínese usted, si llenan dos latas se ganan 24 pesos al día, pero deben cargarla entre dos y hasta tres niños. Hay muchos críos en este trabajo, aunque estén recibiendo dinero del programa Oportunidades tienen que buscar la forma de tener para comer y en muchas ocasiones son obligados por los mismos padres. Lo bueno es que el maestro les deja tarea y así cumplen para que sigan con los apoyos del Gobierno”.


Migración jornalera

A pesar de los programas federales y estatales, entre los jornaleros agrícolas destaca una fuerte actividad laboral, alta migración y rezago social, que los hace vulnerables a desnutrición, enfermedades, muerte prematura y marginación social. La violación de los derechos humanos y laborales y la contratación de mano de obra infantil constituyen graves problemas sociales en este sector de la población.

Un estudio del Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), señala que la mayoría de estos trabajadores proviene de los estados de Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Puebla e Hidalgo. Los principales estados receptores son Sinaloa, Sonora, Baja California y Baja California Sur, seguidos por Jalisco, Nayarit y Durango, en siembra y cosecha de frutas y hortalizas.

Diagnóstico de la población jornalera agrícola en México:
Hombres mayores de 15 años:    54.9%

Mujeres mayores de 15 años:     25.7%
Niños de seis a 14 años:     19.4%
De origen indígena:     40%
Mujeres embarazadas que no cuentan con control médico:     46.9%
Niños menores de ocho años que no tienen cartilla de vacunación: 43.4%
Sin acta de nacimiento: 11.9%
Analfabetas: 28.8%
Menores de seis años que no asisten a la escuela: 38%
Menores de entre seis y 14 años que no asisten a la escuela: 61.1%
Fuente: Sedesol.

El riesgo de los agroquímicos

El diagnóstico muestra que en la mayoría de los casos no se proporciona equipo adecuado ni capacitación para realizar trabajos riesgosos, en especial para manejar agroquímicos; los padecimientos más frecuentes que sufren las niñas y niños son infecciones en las vías respiratorias, enfermedades gastrointestinales, dermatopatías, intoxicaciones, avitaminosis y desnutrición. Muchos no reciben completas sus dosis de vacunación.

Los plaguicidas causan un daño mayor a los infantes que a los adultos. Las madres expuestas a éstos pueden tener problemas durante el embarazo, ya que el feto puede sufrir malformaciones congénitas. El riesgo se incrementa en los bebés en etapa de gateo y exploración oral del entorno, ante las posibilidades de absorción dérmica o ingestión de sustancias tóxicas.

Acerca del riesgo por el manejo de agroquímicos, José Güitrón Ramírez, jefe de Urgencias Adultos del Nuevo Hospital Civil de Guadalajara, enfatiza que los fertilizantes que se usan en la siembra provocan severos daños en el organismo: “Hay uno que se llama Malatión, que se utiliza con frecuencia. En ocasiones los jornaleros llegan a su casa, no se cambian o no se asean y esta sustancia tóxica se absorbe por la piel y las conjuntivas y puede ocasionar un grave problema de salud. Los órganos fosforados, que son insecticidas, tienen cierto grado de toxicidad para el humano; hay de baja, mediana y alta toxicidad. Aquí hubo un caso de dos indígenas con síntomas por el contacto con fertilizantes”.
Los compuestos órgano-fosforados son utilizados en la agricultura para matar insectos y plantas nocivas que atacan a los cultivos. Adicionalmente al peligro ambiental que representan, ocasionan cuadros agudos y crónicos de intoxicación en las personas expuestas, principalmente campesinos y sus hijos. Los síntomas suelen ser trastornos visuales, vómito, diarrea, dolor abdominal, convulsiones, salivación, lagrimeo, pupilas pequeñas, dificultad respiratoria, coma e incluso la muerte.

Mañana, séptima parte
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