México
Estrictamente personal
Inestabilidad
Cué acató una exigencia de los maestros de la Sección 22 de ofrecer disculpas públicas por la violencia que estalló durante una protesta que realizaron el martes, pero no las extendió a su aliado Calderón. Se hincó ante la disidencia del magisterio por su perdón, y le reviraron los manifestantes, incluida la APPO, que ya secuestró a Oaxaca en 2005 y 2006, al exigir el cese de tres secretarios de Gobierno.
Con dos meses y medio apenas de llegar al poder, los grupos políticos de la izquierda social que contribuyeron a su victoria política, lo empezaron a medir. Demandaron la destitución de la secretaria general de Gobierno, Irma Piñeiro; del de Seguridad, Marco Tulio López, y del director del Instituto de Educación Pública, Bernardo Vázquez Colmenares.
Flavio Sosa, diputado local y uno de los líderes históricos de la APPO, dijo en una entrevista con Óscar Mario Beteta en Radio Fórmula, que la única solución a este creciente conflicto es la salida de Piñeiro. Con ella se conforman en este renovado mapa de navegación de desestabilización.
El objetivo abierto de esta protesta es Elba Esther Gordillo, líder del sindicato de maestros y que ha tenido en la Sección 22 un enemigo permanente. En 2008, debilitada la Sección 22, Gordillo estimuló una disidencia local -la misma receta que le aplicaron por años-, y creó la Sección 59 del sindicato. En las amalgamas de las alianzas, Gordillo se sumó a Cué en forma decidida, como castigo al ex gobernador Ulises Ruiz, quien siempre le jugó a las contras cuando militaba en el PRI, y aceptó por ello ser parte del grupo heterodoxo donde se encontraba la Sección 22.
La Sección 22 había sido un continuo dolor de cabeza. José Murat, entonces gobernador, la financió para, entre otras cosas, por hostigar a la maestra en su casa en el Distrito Federal. En el gobierno de Ruiz, su sucesor, Murat mantuvo control sobre la Sección 22 y sobre la dirigencia de la APPO, a través de la subordinación de Sosa, a los cuales utilizó para alimentar la desestabilización del gobernador.
Murat sacó de nuevo las garras en Oaxaca para reclamar, a través de interpósitas fuerzas, su botín de guerra. Ha venido presionando al Gobierno de Cué para que le dé contratos en el campo de la seguridad -similares a las presiones que hizo con Ruiz, según el ex gobernador, que motivaron su rompimiento; Murat niega estas afirmaciones-, y sus fieles lo han disfrazado con el ajuste de cuentas con Gordillo, quien a cambio del apoyo electoral a Cué recibió cargos en la nueva administración para Piñeiro, que fue candidata de Nueva Alianza al gobierno y declinó a favor de Cué, y Vázquez Colmenares, que había sido delegado regional del ISSSTE, una institución controlada hasta recientemente por la maestra.
La figura de Murat se mantiene como nube en Oaxaca, y el ex gobernador no oculta su desprecio por Cué, comparándolo con Ruiz. Cué está sometido en estos momentos a los grupos de interés más beligerantes, que le tomaron el Palacio de Gobierno a los 67 días de haber tomado posesión como gobernador, y quienes, tras el zafarrancho, le organizaron una manifestación de 70 mil personas en la capital. A palos, gritos y chantajes, lo tienen políticamente debilitado.
Cué enfrenta una prueba que definirá su gobierno y su fortaleza. No luce fuerte, ni entero; tampoco con la imaginación política para salir adelante. Se ve tambaleante y al que no costaría trabajo derrocar. Su lucha es por la sobrevivencia, pero sus reflejos han sido lentos. Le queda el instinto para superar la crisis y vencer el chantaje de los intereses políticos a quienes les gusta de rehén.
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