México

Estrictamente personal

Las lecciones de Guerrero

Las elecciones en Guerrero se convirtieron en el laboratorio para probar hasta dónde pueden llegar el cinismo sin castigo, las armas de destrucción masiva de candidatos y políticos, las tácticas de intimidación a los adversarios por la vía de la violencia, las formas de manipulación de medios y votantes, y las maneras impunes de inyectar recursos frente a los ojos impotentes de las autoridades electorales que, como los ciudadanos, carecen de posibilidades de servir de contrapeso y castigar a los partidos, convirtiendo un ejercicio democrático en una burla a bofetadas.

Uffff. ¿Esto es la democracia? Sí. Es la democracia retorcida que se ha venido construyendo en México. Es la democracia de los partidos no de la sociedad, la democracia donde el marco de control y regulación la aportan los políticos y no los órganos electorales o los medios –supuestos factores de contrapeso-, la democracia de las minorías y no de las mayorías, donde son las élites las que manejan y retuercen en busca de un poder carente de escrúpulos.

La política requiere de un componente ético. No fue así en Guerrero, llena de contradicciones y abusos. Al actual gobernador Zeferino Torreblanca se le acribilla porque, tonto, idiota, mediocre, decidió no intervenir en el proceso electoral y dejar en manos de los protagonistas sus éxitos y derrotas. Pero ¿no acaso el ideal –a partir de las críticas a los gobernantes que sí intervienen en los procesos- es que quien está en el poder se mantenga neutral?

Guerrero se volvió una elección con interés nacional porque se convirtió en una disputa entre priistas. Bien se podría decir que esta elección en Guerrero fue una elección interna en el PRI. Quien mejor carrera política tenía e iba empatado en las preferencias electorales, Ángel Heladio Aguirre, fue sacrificado ante Manuel Añorve, porque las fuerzas políticas locales –los ex gobernadores Rubén Figueroa y René Juárez- sentían la afrenta de su viejo aliado por haberse convertido en el tercer cacique del Estado.

Aguirre no pensó mucho la propuesta del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, para ser el candidato del PRD y la izquierda en Guerrero, que no encontró mejor aspirante para no perder el poder. La izquierda lo aceptó e hizo maromas para justificar públicamente su aprobación de Aguirre, quien formó parte del Gobierno de Figueroa cuando la matanza de Aguas Blancas y a quien como gobernador interino le estalló en las manos otra matanza, en El Charco.

Primos los dos candidatos, la lucha fraternal se extendió en todos los campos. El día exacto de la elección en Guerrero, en algunas zonas del Estado circuló una versión apócrifa de “La Jornada” donde titulaba que el candidato de la izquierda al Gobierno había declinado.

Añorve recibió recursos de varios gobiernos priistas, entre los que se incluyó que Televisa enviara a Galilea Montijo para amenizar sus eventos y al propietario del Gabinete de Comunicación Estratégica, Liébano Sáenz, como estratega electoral.
Aguirre no se quedó atrás. Recibió apoyo humano y dinero del Distrito Federal, al que se fueron sumando respaldos de otras instancias perredistas.

Los órganos electorales, que han hecho leyes para un país del siglo pasado, sólo vieron cómo volaron todos los recursos sin poder hacer nada. Las redes sociales se convirtieron en el mejor vehículo para denostar y generar climas hostiles. Hubo grabaciones telefónicas ilícitas, violencia física y el dinero generoso que bañó este proceso electoral, con el que se abrió la temporada de 2011 y planteó los términos de la batalla en 2012. Uffff. ¿Viva la democracia? Ésta, de partidos, no.
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