México

Estrictamente personal

Durmiendo con el enemigo

La corrupción policial no es pareja en México. Parafraseando a George Orwell, hay policías más corruptos que otros. Hubo jefes que coordinaron las investigaciones contra el cártel de Sinaloa en 2008 que por 200 mil pesos al mes les informaron a los criminales del avance de las pesquisas y si estaban en riesgo de ser detenidos. Pero también hubo policías municipales en Nuevo León este año que recibían del narcotráfico tres mil 500 pesos al mes, mientras que a sus jefes, comandantes de zona, los honorarios se elevaban a 10 mil pesos.

Una introspección a la vida cotidiana de los policías y soldados en México permite entender episodios tan dramáticos como el que se ve en el video sobre el secuestro del presidente municipal de Santiago, Nuevo León, Edelmiro Cavazos.

El video, difundido por el Gobierno estatal, muestra cómo su jefe de seguridad nocturno vio llegar un convoy de seis camionetas a las que en lugar de dar la alerta dialogó con el jefe de ellos, que con una arma larga se metió en la casa del edil, lo sacó de la cama y se lo llevó para matarlo. ¿Cuánto recibiría el escolta del narcotráfico de manera regular? ¿Cuánto le habrán pagado por haber entregado a quien se suponía debía defender de todo? ¿Cuánto costó la vida de Cavazos?

Ante tal penetración criminal en las instituciones, no hay manera eficaz y en plazos imaginables de darle la vuelta al combate al narcotráfico, porque el enemigo no está afuera, sino en casa.

El principal campo de batalla no está en la confrontación contra los jefes de la mafia y sus ejércitos de la noche, sino con la tropa que está en la primera línea de fuego, policías, soldados, comandantes y jefes. Si a ellos se les entrega el destino de uno, lo que está sucediendo realmente es colocar dócilmente la cabeza en la guillotina. Ser decapitado por la filosa hoja es cuestión de tiempo.

Pero ver la corrupción de los cuerpos de seguridad como un asunto exclusivamente cultural puede ser muy injusto. Así como hubo coordinadores dentro de la PGR que decidieron venderse al cártel de Sinaloa en la llamada “Operación Limpieza”, también hay quienes son colocados en condiciones socioeconómicas tan precarias, que lo sorprendente es que no haya más penetración criminal en las instituciones.

Por ejemplo, han habido jueces que ganan seis mil pesos al mes a quienes abogados de delincuentes les ofrecen un maletín con 300 mil pesos para que libere a su cliente; no tiene opción: si se niega lo matan. Hay soldados, como los que se encuentran comisionados en Ciudad Juárez, que ganan seis mil pesos al mes, duermen en tiendas de campaña a la orilla de la carretera y reciben 30 pesos diarios para comer. Son los mismos que todos los días ven mantas del narco donde los invitan tramposamente a sumarse a ellos para mejorar sus ingresos, su alimentación y su vida.

El secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, elaboró desde 2008 un índice de deterioro policial, a partir de la media salarial y la canasta básica en cada plaza, donde muestra cuánto necesita pagar en promedio la delincuencia organizada para tener a su servicio a un policía. Inspirado en el Índice Big Mac que diseñó el semanario británico “The Economist” para medir el poder de compra en el mundo, la tabla elaborada muestra también la “susceptibilidad mensual de corrupción”. En los estados de mayor violencia derivada del narcotráfico, la vulnerabilidad de los cuerpos de seguridad ante las bandas criminales, es extensa:

1.- En Chihuahua, donde se concentra la mayor parte de las muertes en los tres últimos años, el déficit salarial de un policía era de casi 30%, lo que significa que estaban a dos mil 360 pesos de ganar el mínimo necesario para un nivel de subsistencia.

Por ese Estado atraviesa 70% de la cocaína hacia Estados Unidos, la droga que da los enormes márgenes de utilidad a los cárteles. Frente a ello, salarios de ocho mil pesos al mes son realmente ridículos. Sólo como ejemplo, al sicario que colocó el coche-bomba en Ciudad Juárez, le pagaron siete mil pesos por hacerlo.

2.- En Durango, el déficit salarial es menor de 7%, pero con sueldos mensuales que no llegan a los seis mil 500 pesos, el costo de corromper a la fuerza policial municipal, si sólo se les pagara el diferencial en el déficit salarial, le costaría al narcotráfico menos de 20 mil pesos mensuales.

3.- En Nuevo León, que es uno de los estados donde más altos salarios tienen los policías, se ubicaban en 11 mil pesos, lo que les genera un déficit de 37% frente al poder de compra estatal. Con menos de cuatro mil pesos suficientes para completar el gasto mínimo necesario de un policía bastaría para un cártel para tener a su servicio a un agente.

Se han dado casos de que ni siquiera necesitan invertir esa cantidad; por mil 500 personas tuvieron a un operador de planta de radio que cada vez que querían transportar la droga por Monterrey, él enviaba a las patrullas lejos de la ruta de los narcotraficantes.

Hay entidades donde el costo de corrupción de la fuerza policial es mayor, pese a que también cargan con déficit salarial. La entidad donde los costos son más elevados para la delincuencia organizada cuando quieren comprar policías, son el Distrito Federal, estado de México y Veracruz, por los controles y la supervisión.

En la capital del país los policías ganan unos cuatro mil pesos menos de lo que necesitan para subsistir. En algunos casos cobran menos por un servicio “particular”, pero no es tan común. Generalmente cuesta mucho más, como fue el asesinato del jefe de la Policía Federal, Édgar Millán, que costó 90 mil pesos para el autor material, además de alrededor de los 200 mil mensuales que le daban al comandante que lo “entregó”.

Según la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF), el déficit salarial nacional era de mil 46 millones de pesos mensuales, y si se homologaba el costo de vida (sobre una tasa de 10 pesos por dólar), la susceptibilidad mensual de corrupción subía 46%, o sea, a mil 537 millones de pesos.

Pero si presupuestalmente se resolviera esa diferencia, ¿se eliminaría la corrupción? La respuesta exige contestar otras preguntas como ¿qué tanto es económica la corrupción? ¿qué tanto es por miedo? ¿qué tanto es cultural? No sabemos.

Lo que sí sabemos es que hay decenas de policías que trabajan para delincuentes, que son criminales ellos mismos y que, si no se encuentran las coordenadas efectivas para combatir la corrupción en los cuerpos de seguridad, matar fácil y barato en México seguirá siendo una realidad.
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