México

En el México del siglo XXI

Un reciente estudio de la Universidad de Cambridge señaló que los sucesos de la Semana Santa, desde al entrada triunfal de Jesús a Jerusalén hasta la Crucifixión no pudo haber sucedido en cinco días

Un reciente estudio de la Universidad de Cambridge señaló que los sucesos de la Semana Santa, desde al entrada triunfal de Jesús a Jerusalén hasta la Crucifixión no pudo haber sucedido en cinco días. Los estudiosos señalan que entre el Domingo de Ramos, la última cena (que calculan fue en 1 de abril del año 33), la retirada en oración en el Huerto de los Olivos, la detención, el proceso público y la muerte en la cruz pasaron al menos seis meses. Si los sucesos hubieran sido en el México del siglo XXI habrían sido de otro modo. Hay al menos tres cosas de la Pasión que nunca pudieron haber sucedido en este país, en pleno 2011.

Primero, la última cena no habría sido de 13 personas ni a golpes. Eso hoy, entre chavos de 20 a 35 años, que era la edad de Cristo y sus seguidores, es materialmente imposible. Al anunciar Jesús que iba a hacer una cena de despedida la noticia habría corrido en el feis de muro en muro: “Hoy cena en casa de Chuy, ahí nos vemos”; “confirmo mi asistencia a la cena”; “buena onda, nos vemos en la despedida de Jesús”, etcétera. Pero sobre todo al decir Jesús “uno de ustedes me va a traicionar” se hubiera quedado solo, todos habrían salido corriendo a “otro plan” y ninguno de los gorrones hubiera estado ahí a la hora de levantar la casa: eso le habría tocado a Judas, por interesado y por traidor.

La segunda cosa que no hubiera ocurrido jamás, es que Pedro pudiera negar tres veces a Cristo así nomás y como si nada. En eso la Judicial Federal, el equivalente a lo que en aquel entonces eran los centuriones romanos, no habrían dejado que el “individuo indiciado” contestara lo mismo en tres interrogatorios distintos. En el segundo habrían aparecido los tehuacanes, los baldes y las mangueras rellenas de arena, y antes de que cantara el gallo Pedro lo habría cantado todo, no sólo que era amigo de Jesús, sino que era el cabecilla de la banda, pescaba en tiempos de veda e incluso que se había equivocado al pedirle a Jesús que salvara a su suegra.

Pero sobre todo, lo que hubiera sido imposible es que el proceso judicial durara 36 horas, ni siquiera los seis meses que calculan los ingleses. En el México del siglo XXI un juicio por sedición, traición a la patria y usurpación de funciones, que sería más o menos el equivalente a los delitos por los que se procesó a Jesús, no habría durado menos de cinco años, y con “buen abogado”, mínimo se habrían echado de ocho a 10. El primer amparo lo hubiera conseguido por aprehensión ilegal, el segundo por tortura y el tercero por indebido proceso. Peor aún, lo que en el siglo I fue motivo de aceleración del juicio, que Pilatos haya recusado la causa y se haya lavado las manos, en el México del siglo XXI habría jugado a favor del inculpado que habría ganado no menos de ocho meses de proceso.

En el México del siglo XXI los viacrucis duran toda la vida.
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