México

El tren descarriló

Oleadas repentinas. Así le llaman nuestras autoridades a los actos de narco-terrorismo que están apenas floreciendo en nuestro país

Todo lo que no quiero es hablar de violencia, y sin embargo el terror, ese maldito terror, te va llenando todas tus capacidades de resistencia hasta que finalmente ¡Bum! Estallas de impotencia.

Terror y más terror. ¿Cuántas veces he usado la palabra “terror”?, veinte, cien, igual podrían ser mil.

Estamos enamorados en el fondo de la palabra, seducidos por ella, obsesionados por ella, atacados por ella, asaltados por ella, violados por ella, comprometidos con ella.

Es amor, sadismo y muerte en una doble sílaba, es el tema de cierre de un tema musical para la hora máxima de la audiencia, la apertura de todo programa en la televisión, el titular de cada página, un signo de puntuación en nuestro periodismo, ese punto y coma. Y sobre todo, trata del terror del poder y del poder del terror.

Poder y terror se han hecho intercambiables. Nosotros, los “periodistas”, hemos permitido y alentado que esto suceda. Nuestro lenguaje no sólo se ha convertido en un aliado envilecido, sino en un socio verbal en el lenguaje de Gobierno y ejércitos, y policías y armas.

El poder y los medios tienen que ver con palabras, y el uso de las palabras tiene que ver con la semántica. Tiene que ver con el empleo de frases y sus orígenes. Y tiene que ver con el uso incorrecto de la historia y con nuestra ignorancia de la historia.

Nos hemos convertido en prisioneros del lenguaje del poder. Los editoriales de los periódicos de la actualidad suenan a menudo como discursos políticos. ¿Será porque las computadoras “corrigen nuestra ortografía”, “adornan” nuestra gramática de modo que nuestras frases resultan tan a menudo idénticas a la de nuestros gobernantes?

Oleadas repentinas. Así le llaman nuestras autoridades a los actos de narco-terrorismo que están apenas floreciendo en nuestro país a copia de los actos de Pablo Escobar en Colombia. ¡Coches-bomba! Esto ya rebasa por mucho el colapso de la guerra contra el crimen organizado. ¡Qué miedo! ¿Qué sigue? “El tren se descarriló, Habrá que encarrilarlo nuevamente”. Pero la hoja de ruta no funciona.

Sin embargo, el uso del lenguaje del poder —de sus palabras modelo y de sus frases modelo— sigue estando entre nosotros.

Ahora consideremos la historia. A nuestros dirigentes les encanta la historia. ¿Saben ustedes cuál es la historia?

Pues bien, a finales de los ochenta y principio de los noventa, Pablo Escobar, a semejanza de nuestros narcos, comenzó una guerra contra el Gobierno de Colombia que incluyó una demostración de lo que los millones de dólares pueden hacer en cuestiones de terror.

Innumerables coches-bomba fueron detonados en el epicentro de ciudadanos inocentes, voló en pedazos aviones comerciales y asesinó a cuanto dirigente se le puso en el camino. Vamos pues a quedarnos encerrados en casa, rezando por nuestros hijos.
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