México
El show de Barbarita
“¿Hay alguien más que no ha sido atendido?, estoy desde las 12 del día y nadie me ha hecho caso…”
Bárbara indignada abandona su asiento y lanza una pregunta que dejó mudos a todos los ahí presentes, “¿hay alguien más que no ha sido atendido?, estoy desde las 12 del día y nadie me ha hecho caso, ¿díganme quién más? —insistió— porque ahorita mismo voy a llamar a los de Televisa para que conozcan todo lo que pasa aquí”. Sale apresuradamente, transcurre un cuarto de hora y como por arte de magia, ahí estaban aguardando al pie de la banqueta un reportero con micrófono en mano y su inseparable camarógrafo, listos para captar todas las impresiones.
Segundo acto: la consulta médica inició lentamente, los pacientes que seguían esperando miraron sorprendidos la llegada de Bárbara, “ya llegaron, aquí están, no pueden entrar hasta acá porque no tienen permiso, pero yo acompañaré uno a uno hasta con ellos para que les cuenten todo”. Transcurrió el tiempo y Bárbara ya era conocida por los indefensos como “Barbarita”, quien entraba y salía con aquellos valientes que denunciaban ante el medio de comunicación sus inconformidades. El personal médico —los villanos de este cuento— miraban con incredulidad el movimiento convocado por la activa mujer y que cualquier político o líder sindical envidiaría.
“¿Bárbara?, ¿la señora Bárbara por favor? ¿no está?, ni modo el que sigue”, era la voz de la encargada de coordinar las citas, de pesar y pasar a los pacientes al consultorio.
Bárbara perdió su turno por estar en medio de una revolución. Los pacientes, uno a uno, ahora se concentraban en el área de rayos X. El cuello de botella era inevitable. Tenían que esperar la radiografía y regresar de nueva cuenta para recibir un diagnóstico.
Tercer acto: pasaban de las cinco de la tarde, pacientes entraban y salían, golpeados, fracturados, todos por igual eran actores secundarios. “Ahí viene Barbarita”, dijo un hombre. Y como toro en plaza, la paciente más popular del momento, fue a reclamar su lugar. “Por andar de revoltosa, perdió su lugar”, murmuraba una señora que tejía y tejía para pasar el tiempo. Finalmente entró al codiciado consultorio para ser atendida, el médico con una sonrisa en los labios, le dijo, “¿con qué usted es la famosa Barbarita”?...”
Luego de este relato, aquí la pregunta: ¿cómo se llamó la obra? Anécdotas de un día cualquiera en el Hospital Ayala.
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