México

El peso, el barril, las Afores, y el silencio

Tren Parlamentario por Vicente Bello

GUADALAJARA, JALISCO.- En San Lázaro y Xicoténcatl volvieron a hablar ayer de la Revolución, como desde la víspera; claro, era 20 de noviembre; y voces también hubo --como la de Gustavo Madero, líder del PAN en el Senado-- que reiteraron la condena al atentado que sufrió El Debate, aquel diario de Culiacán; pero sin comprometer por supuesto a nadie, ni a sí mismo, con las reformas que están pendientes en materia de fortalecimiento de las garantías individuales y profesionales de los periodistas.

Otros legisladores, los del PRD de Nueva Izquierda, que ya asumieron el control total del otrora partido más emblemático de la izquierda mexicana, se han puesto a darle de latigazos al Pejelagarto. El diputado Antonio Ortega --hermano carnal de Jesús Ortega-- de plano ha dicho que él y otros 59 diputados perredistas ya no cooperarán con parte de su dieta para el sostenimiento del movimiento que lidera Andrés Manuel López Obrador, porque --argumentó--, “pensamos que debería estar en concordancia con nuestro perfil y visión de cómo hacer política y como ello no ocurre, lo mejor es no sacrificar nuestros ingresos”.

Antonio Ortega reforzaba la declaración con cifras: unos daban siete mil, ó 15 mil, y otros hasta 20 mil pesos.
Y en el Senado, Carlos Navarrete declaraba, retador, que por fin había llegado la hora en que el PT y el PC decidieron ganar curules y escaños en las elecciones, y se congratulaba de que ahora estarían haciendo campañas por ciudades, pueblos y caminos del país, cosa contraria a lo que antes hicieron --seguía diciendo Carlos Navarrete--: colgarse del PRD negociando espacios en el Congreso, sin hacer campañas.

Era evidente la coordinación de uno y otro en el golpeteo que ha reiniciado Jesús Ortega en contra del denominado presidente legítimo. En San Lázaro y Xicoténcatl, el hermano y el hombre principal de Jesús Ortega se estaban cebando sobre los lomos de los integrantes del FAP, y del mismo López Obrador.
Nadie de estos diputados del nuevo PRD, como tampoco aquel senador panista de oficio financiero, ni por equivocación se dieron una vuelta por los acantilados de la barranca adonde hoy está el peso, el barril del petróleo y las Afores.

Fue evidente cómo en este 20 de noviembre, lo que procuraban estos diputados y senadores era hacer el mayor ruido posible, ya utilizando las efemérides, ya utilizando el desbarajuste que trae el PRD en el tripero.
Ninguno de los 628 héroes de la patria actuales, que ahora cobran como representantes de la nación…, se han atrevido a preguntar al Banco de México cuál es su proyección de la ya abultada devaluación que sufre el peso mexicano ante el dólar. Ayer, la moneda nacional estaba arañando los 14 pesos frente a la moneda norteamericana, a pesar de que el Banco de México sigue inyectando sus 400 millones de dólares diarios.

El peso ronda es más chico en 40%, a partir de octubre, y no hay un senador ni diputado que pregunte a voz en cuello a la Secretaría de Hacienda y al mismo Banco de México si todos los que compran 400 millones de dólares diarios los requieren para sus operaciones financieras derivadas de sus procesos de operación, o si este recambio de monedas lo han constituido ya en un modo de especulación, de tener utilidades, ahora que el mercado de valores --el territorio de la especulación por antonomasia-- anda con el hocico sangrando.
Tampoco los legisladores se distinguieron por emitir comentarios en torno del ahondamiento de la incertidumbre en que se debate el precio internacional del barril de petróleo, que ayer se ubicaba en los 34.44 dólares. La mitad de los 70 dólares que plantearon para medir los ingresos en 2009. Y algo así como 14.56 dólares debajo de los 49 dólares que estimaron los diputados para presupuestar los ingresos y egresos de 2008.

Tampoco hubo ayer diputados y senadores que opinaran sobre las Afores de los trabajadores mexicanos, cuyas pérdidas ascienden a los 53 mil millones de pesos. Los bancos que administran los ahorros sólo han acertado a decir que se perdieron en el juego de la bolsa, y no dicen por supuesto si alguno de ellos se siente responsable. Y los diputados y senadores, a su vez, han estado refrendando su vieja y cínica condición de cómplices de quienes, dueños del dinero, tienen perfectamente bien aprendido que las pérdidas se socializan y las ganancias, pues no.
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