México
El niño sicario
¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana?
¿Qué nutre más el morbo que exhibir a este niño sicario para demostrar cuán bajo ha caído la sociedad mexicana? Que una psicóloga experta asegure en la radio que el niño es un psicópata, sin haber elaborado peritaje, pero “por lo que muestran los medios” asegura que estos niños “nacen malos”. Qué mejor para nutrir el mito de un México cruel, despiadado, infame y sin cura para su violencia que usar a un niño como emblema.
No se nace malo o bueno, se aprende, o no, a dar connotación moral a nuestras acciones. La violencia se aprende y miles de niños son víctimas y producto de los cárteles, en Brasil, Colombia y México (entre otros).
No nos dijeron que es un niño nacido en los Estados Unidos, maltratado desde que se acuerda, que vivía en un barrio de Morelos con sus hermanas cuyos padres hace rato se desentendieron de su bienestar. Apenas a los 12 años fue secuestrado por el líder de sicarios que lo indujo a las drogas y, con una mezcla de afectos paternales y amenazas le enseñó a usar armas.
¿Por qué matabas? Le pregunta el periodista como si hablara con un asesino profesional. Se muerde los labios, frunce el ceño con miedo y responde “Me ordenaba ‘El Negro’. Sólo me drogaba con mota y no sabía lo que hacía”. ¿Por qué te metiste en esto? Insiste el entrevistador: “No me metí, me jalaron”. ¿Estás arrepentido? “Sí, de haber entrado a esto y de matar”.
Sabemos que un psicópata es incapaz de sentir remordimiento o empatía. Es claro que el niño desarrolló mecanismos de defensa ante la violencia que aprendió a reproducir. Encasillarlo con otros asesinos es injusto y peligroso.
“El Ponchis” debe ser protegido del linchamiento. Usarlo como ejemplo del sicariato infantil es imperdonable. Darle una oportunidad terapéutica y abrir espacios para rescatar a otros chicos en situación similar es lo ético. A estos niños les urgen héroes que no sean violentos, familias alternativas que les protejan, una sociedad que les enseñe que hay otras formas de tener poder lejos de la muerte. Y una prensa más responsable con la infancia.
Síguenos en