México

El derecho de Sandoval

Sandoval puede decir que los católicos no quieren el casamiento homosexual o la adopción homoparental, pero no puede cruzar la esfera de su competencia

Hay que aclarar dos cosas: la primera es que el cardenal, sus admiradores y su grey tienen todo el derecho a estar en desacuerdo con el casamiento homosexual o la adopción homoparental en México, en China y en Marte.

La segunda cosa que debe quedar clarísima, para él y para todos los hombres de Iglesia, de esta religión y de cualquier otra (¿o creen que el hermano Samuel Joaquín predicará a favor del amor sin distingos de sexo?), lo que debe quedar claro, insisto, es que el desacuerdo debe mantenerse dentro de los límites de la libertad de expresión y del tutelaje moral a sus feligreses. Una vez que rebasa ese ámbito, están violando la ley, metiéndose en problemas y provocando divisiones y radicalizaciones peligrosas. Para qué mueven las aguas…

Me explico. No hay ningún problema si Juan Sandoval pide a los fieles que se apeguen a la tradición católica en asuntos en los que el Estado ha optado por ampliar la mirada y los derechos, como el matrimonio para siempre, los hijos que mande Dios, el casamiento entre hombre y mujer, la virginidad hasta la boda.
Que lo haga cada día, cada domingo, en misa y en sus oraciones. Es su derecho y si me apuran, es su deber. Cada quien con sus valores.

Menos tolerable es que lance diatribas contra los infieles, pero todavía cae en la esfera de la religión. Es más, la polémica pregunta que lanzó al aire cuestionando quién quiere ser adoptado por “maricones y lesbianas”, es ofensiva, imprudente, insultante e ignorante, pero no pega en la ley. En todo caso, rebota como pecado de soberbia y como generador de odios.

En cambio, decir que la Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló una acción legislativa del DF porque los ministros fueron “maiceados”, aunque parezca menos insultante es terrenalmente más grave. Insultar es incorrecto y de patanes, expresar el desacuerdo es un derecho, pero cuestionar a las autoridades civiles con acusaciones de corrupción es muy distinto. Por todos lados está mal: en términos lógicos, es una trampa argumental (falacia ad hominem, se llama), en el terreno católico es un pecado (no levantarás falsos testimonios) y en el área del Derecho es una violación a la ley (es una calumnia, penada en el Código Civil).

Sandoval puede decir que los católicos no quieren el casamiento homosexual o la adopción homoparental, pero no puede cruzar la esfera de su competencia. No tiene fuero para violar la ley.
Sorpresas da la vida

En una manifestación de civilidad, el gobernador de Jalisco, católico ferviente y practicante, distinguió entre su postura privada y el mandato de ley. Intentó, por las vías legales, detener lo que considera incorrecto, pero emitido el fallo, aceptó el imperio del Derecho. No sólo eso: prudentemente guardó silencio sobre su homofobia a sabiendas de que él, más que otros, debe ser un guardián del Estado de Derecho. Hizo bien.
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