México

El caminar poético del ''Coco''

José Socorro Velázquez (a) el Coco, ha tenido a bien volvernos a tiempos antiguos con una obra singular: El caminar de México en el tiempo

José Socorro Velázquez (a) el Coco, ha tenido a bien volvernos a tiempos antiguos con una obra singular: El caminar de México en el tiempo (editado por El Colegio de Jalisco y prologado —espléndidamente— por Sergio García Ramírez).

El tema de la historia de México no tiene por qué llamar la atención en los tiempos que corren, aunque los tan cacareados centenarios más bien nos dejaron un triste sabor de boca. En consecuencia, se agradece más el esfuerzo del “Coco” por ofrecernos un producto tan original —en verso—  sobre el tema de siempre.

La historiografía rimada, como es el caso, mediante más de 10 mil versos endecasílabos, es realmente escasa entre nosotros, aunque en tiempos muy antiguos la historia se solía transmitir así para facilitar la memorización.

Me dirán ustedes que tantos corridos que los mexicanos hemos hecho constituyen también una forma de historiografía. Es cierto, en tal caso la obra de Velázquez sería el corrido más grande que jamás se haya hecho, el cual nos lleva de la mano sistemáticamente por toda la historia mexicana, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días.

En cuanto al contenido, sigue el autor los conceptos consagrados por los mejores autores de nuestro devenir, pero a la mayoría de los lectores les gustará que, dentro del gran contexto, se haga especial hincapié en las celebradas gestas de Independencia y Revolución y, también, que no pase por alto que el mismo año 2010 se cumplió el sesquicentenario de la Reforma que constituye por igual una de transformación muy positiva de nuestro país.

Al presentar su libro en El Colegio de Jalisco, frente a un inusitado auditorio que superó con creces el medio millar de personas —aunque no equivalió al mismo número de clientes—, Velázquez hizo alusión a la inmortal obra de Martín Fierro, pero en el transcurso de su lectura me vinieron a la mente también los versos de La Araucana, de Ercilla, y de La Grandeza Mexicana, de Balbuena.

Recomendable es, sin duda, la lectura de tales páginas que se van devorando sin sentir, de cuyo contenido podrían sacar jugo quienes enseñan la materia de manera formal en el aula o informal en sus casas.

También tiene a bien cerrar con nuestros principales logros culturales y artísticos, aunque cuela algún nombre que no merecería estar ahí (como es el caso de la línea 28 de la página 303). A cambio creo haber detectado poca consideración por otro, que debería enaltecer más. Me atrevo aquí a emular su procedimiento:

Los tres mayores nombres del muralismo,
al menos de todo lo que yo conozco,
no son ni David, ni Diego ni Rufino,
sino más bien José, Clemente y Orozco.

Concluye con un llamado a la unión y a la esperanza, que rubrica con un “¡Viva México”! que, espero, sea del agrado de todos los mexicanos, hasta de quienes nos gobiernan.
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