México
El año del Tigre
Dos mil juarenses fueron ejecutados por soldados con las manos manchadas de sangre y fusiles de utilería
Ciudad Juárez la está matando la violencia. Si antes se vivía mal, ahora no se puede vivir. Es una ciudad abandonada, no sólo por la autoridad, sino por su misma sociedad. Son 20 años de tragedia. Juárez deambula entre el pesimismo y la desesperanza.
Desde hace más de un mes no hay un delegado de la PGR; las autoridades federales explican las mismas estrategias de siempre; se habla de medidas para el desarrollo social de la comunidad; también de colocar un soldado en cada esquina. Los juarenses reclaman; el despliegue de más soldados de nada ha servido en años; los militares no han construido ni garantizado el orden anhelado, al contrario. Nadie escucha la exigencia de respeto a los derechos humanos por encima de cualquier otra acción; no se percibe el compromiso de cambiar lo que no ha funcionado.
Hay que meterse en la piel de los juarenses para tratar de entender el sentido y el alcance de su protesta, enojo e indignación; desánimo que explica el contexto de exigencia, tensión, rispidez y reclamo de los ciudadanos frente al Presidente. El mejor ejemplo es Luz María Dávila, madre de dos de los 15 jóvenes asesinados: “Discúlpeme, señor Presidente, yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es, porque aquí son más de dos años que se están cometiendo asesinatos… y nadie hace nada… yo quiero que se haga justicia, no nada más para mis dos niños, sino para todos los demás niños; yo no puedo darle la mano y decirle bienvenido porque para mí no es bienvenido, yo quiero que Juárez sea el Juárez de antes, así, Juárez está de luto… ahora quiero que usted se retracte de lo que dijeron, porque usted dijo que eran pandilleros; mentira… le apuesto que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino… como yo no tengo los recursos, no los puedo buscar... yo quiero justicia para mis hijos... quiero que se ponga usted en mi lugar y que sienta lo que yo ahorita estoy sintiendo... haga algo...”.
El dolor de Luz María Dávila se le atragantó con llanto; no tuvo otra manera de externar la pena y la rabia, sino dándole la espalda a quien —dicen allá— le ha dado la espalda a Juárez.
El Presidente confunde perdón con disculpa; parece sentirse cómodo entre soldados e incómodo entre civiles. Mañana regresa al Paso del Norte a dar la cara; se empeña en remendar el tejido social desgarrado. Tendrá que aguantar vara.
RENDIJA: Según el horóscopo chino, “Los tigres rugen cuando hay viento” “Los grandes hombres tigres se levantan cuando surgen retos”; son independientes y arrogantes; no deben dejar de lado sus sentimientos que en el año nuevo serán turbulentos. Felipe Calderón, es tigre.
Dos mil juarenses fueron ejecutados por soldados con las manos manchadas de sangre y fusiles de utilería. Fue un simbólico “performance” de protesta. “Ni una mujer más, ni un joven menos”, se leía en pancartas y rostros. A
Desde hace más de un mes no hay un delegado de la PGR; las autoridades federales explican las mismas estrategias de siempre; se habla de medidas para el desarrollo social de la comunidad; también de colocar un soldado en cada esquina. Los juarenses reclaman; el despliegue de más soldados de nada ha servido en años; los militares no han construido ni garantizado el orden anhelado, al contrario. Nadie escucha la exigencia de respeto a los derechos humanos por encima de cualquier otra acción; no se percibe el compromiso de cambiar lo que no ha funcionado.
Hay que meterse en la piel de los juarenses para tratar de entender el sentido y el alcance de su protesta, enojo e indignación; desánimo que explica el contexto de exigencia, tensión, rispidez y reclamo de los ciudadanos frente al Presidente. El mejor ejemplo es Luz María Dávila, madre de dos de los 15 jóvenes asesinados: “Discúlpeme, señor Presidente, yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es, porque aquí son más de dos años que se están cometiendo asesinatos… y nadie hace nada… yo quiero que se haga justicia, no nada más para mis dos niños, sino para todos los demás niños; yo no puedo darle la mano y decirle bienvenido porque para mí no es bienvenido, yo quiero que Juárez sea el Juárez de antes, así, Juárez está de luto… ahora quiero que usted se retracte de lo que dijeron, porque usted dijo que eran pandilleros; mentira… le apuesto que si a usted le hubieran matado a un hijo, usted debajo de las piedras buscaba al asesino… como yo no tengo los recursos, no los puedo buscar... yo quiero justicia para mis hijos... quiero que se ponga usted en mi lugar y que sienta lo que yo ahorita estoy sintiendo... haga algo...”.
El dolor de Luz María Dávila se le atragantó con llanto; no tuvo otra manera de externar la pena y la rabia, sino dándole la espalda a quien —dicen allá— le ha dado la espalda a Juárez.
El Presidente confunde perdón con disculpa; parece sentirse cómodo entre soldados e incómodo entre civiles. Mañana regresa al Paso del Norte a dar la cara; se empeña en remendar el tejido social desgarrado. Tendrá que aguantar vara.
RENDIJA: Según el horóscopo chino, “Los tigres rugen cuando hay viento” “Los grandes hombres tigres se levantan cuando surgen retos”; son independientes y arrogantes; no deben dejar de lado sus sentimientos que en el año nuevo serán turbulentos. Felipe Calderón, es tigre.
Síguenos en