México
El amor eterno que duró un día
Don Carlo, en su versión italiana de 1886, se podrá ver el próximo sábado 11 de diciembre
Don Carlo, en su versión italiana de 1886, se podrá ver el próximo sábado 11 de diciembre, transmitida en vivo y en directo desde el MET de Nueva York a las pantallas HD del Teatro Diana.
Se abre el telón en el bosque de Fontainebleau. Es el invierno de 1558 una vez que se ha firmado el tratado de paz Cateau-Cambrésis. Ese día, la princesa Isabel de Valois conoce al joven Carlos escondido para quedar deslumbrado por su belleza, aunque fuese sólo por un instante antes de saber que Isabel sería la reina de España y que se casaría con Felipe II, en lugar de cumplir el compromiso establecido con el joven Carlos desde su infancia.
—¡No! —reclamó Isabel—, yo estoy comprometida con su hijo —dijo sin que nadie pudiera hacer algo. Era la fuerza del destino.
Isabel sabía que cuando don Carlos había nacido en 1545, su madre María de Portugal había muerto en el parto, pero no podía saber que había nacido con un desequilibrio mental, una complexión enfermiza y que después de conocerla armó una conspiración en contra de su padre e intentó acuchillar al poderoso Duque de Alba, sólo para ser detenido, procesado y encerrado en el Castillo de Arévalo donde murió en 1568 de inanición y delirio, 10 años después de aquel encuentro, en el bosque de Fontainebleau con su amada Isabel quien, por su cuenta y riesgo, también moriría ese mismo año en sus labores de parto.
La ópera considera el contexto histórico de este viudo negro, representante del fanatismo, de la falta de libertad, de la soberbia y de la represión que vivió prisionero de sus ritos y mandamientos, que fue intolerantes hacia otros credos y que se encerró entre los muros de su fanatismo para podrirse en vida y quedar hecho un charco de pus, como le sucedió a Felipe II en su cama del Escorial con vista a la capilla principal, para llegar directo al más allá.
Antes que mueran Carlos e Isabel, ella se acuerda de Francia y del día que conoció a don Carlo y por eso se acerca a la tumba de su suegro Carlos V, que estaba enterrado en el monasterio de El Escorial, para cantarle:
—Tú que conociste la vanidad del mundo y gozas en tu sepulcro del reposo profundo, si aún se llora en el cielo, llora mi dolor, pues un día juré amor eterno, que tan sólo duró un día.
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