México
El Barça se salvó en México
Será el sereno, pero lo cierto es que ya pasaron los tiempos en que los merengues ganaban los campeonatos por la ''recomendación'' de aquel criminal ''Caudillo de España por la Gracia de Dios''
Será el sereno, pero lo cierto es que ya pasaron los tiempos en que los merengues ganaban los campeonatos por la “recomendación” de aquel criminal “Caudillo de España por la Gracia de Dios”.
En efecto, “el generalísimo”, como se hacía llamar Francisco Franco, para destacar en esa península pletórica de tantos, tuvo una especial aversión por el Barcelona y por todo lo que oliera a catalán, de manera que el hoy altivo y casi invencible equipo estuvo a punto de desaparecer durante los primeros años del franquismo. Dicen los expertos que así habría sucedido en efecto de no haber sido por lo que se ha denominado la “gira salvadora”, del año de 1937.
Durante la Guerra Civil española el tiempo era muy malo para el futbol profesional y ya se pensaba en disolver el equipo, lleno como estaba de deudas. Fue entonces cuando llegó la invitación del futbol mexicano para que jugaran una serie de partidos con nuestros clubes.
Cinco meses duró la gira, incluyendo las semanas que se quedaron en Nueva York, a pesar de que ya iba muy disminuido, para jugar cuatro partidos contra hispanos que ahí residían.
En México, a pesar de su vocación republicana, fueron tratados a cuerpo de rey. Fiestas, comelitonas, paseos y juegos que ganaron y perdieron. Al final de cuentas ocho jugadores se quedaron en México: algunos regresarían a Barcelona unos cuantos años después, pero otros formaron familia y se quedaron para siempre. Tal fue el caso de Martín Vantolrà, el extraordinario extremo derecho que jugó tantos años con el Atlante que tenía los mismos colores que su Barça. Le llamaban “El Maestro” y era un deportista tan disciplinado que alcanzó a cumplir su sueño de jugar al mismo tiempo que su hijo, habido con su legítima esposa, sobrina del presidente Cárdenas.
Cuando el equipo, de regreso, pasó por Francia, todavía se vendieron dos jugadores más que le permitieron al Sête ser campeón en 1938. Afortunadamente, su administrador —al fin catalán— dejó guardadas las utilidades de la gira en París y, tres años más adelante, cuando en Barcelona nadie tenía con qué respaldarlo, el dinero sirvió para volver a empezar en una circunstancia por demás adversa que el nuevo Gobierno le complicaría aún más. Del resto se fue encargando poco a poco la gran cauda de patriotas culés.
¡El Barça se había salvado, gracias a México!
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