México
Días de reflexión
Por Francisco Javier Besson O.
De manera por demás desafortunada, el panorama actual de la política y de la democracia en nuestro país no es muy alentador. Corruptelas, incapacidad, negligencia, intolerancia, opacidad y descalificación han llevado a una crisis moral de la política y al desprestigio de los políticos. La política se considera una actividad sucia de acuerdo al sentir de millones de mexicanos.
A lo anterior habrá que agregarle que ahora predomina en la política un pragmatismo que socava cualquier principio de moral. En estos días, con el propósito de alcanzar éxitos electorales, los tonos altisonantes y maniqueos sustituyen el debate de las ideas y de las diferentes propuestas de los partidos. La experiencia manifiesta que lo trágico de esta realidad es que la “guerra sucia” logra su objetivo: ganar las elecciones. De manera por demás lamentable, no hemos entendido que la construcción de la sociedad democrática requiere mucho más que triunfos electorales. Sin propuestas éticas y humanas no habrá verdadero avance social.
Dentro de tres meses saldremos a votar. Es imperativo exigir que el proceso electoral reúna condiciones de equilibrio y equidad. No podemos admitir gobiernos que se apropien de partidos, ni partidos que se apropien de gobiernos. Estaremos en presencia de contiendas democráticas, y parte medular de ellas es la crítica y el debate, pero por ningún motivo debemos soslayar los valores de la ética y de la moral, porque estos valores son permanentes, no de momentos o de coyuntura.
La democracia no puede ser pretexto para dividirnos, por el contrario, es el camino y la oportunidad para encontrarnos en la unidad de nuestra diversidad. Por otra parte, es imposible alcanzar sólo con unas cuantas vendas adhesivas, éxito en la “operación cicatriz”, o aspirar a co-gobernar con otras fuerzas políticas cuando en las campañas los daños que se ocasionan son de gran magnitud, ya que incluso se puede violar o mutilar.
Hace poco más de dos mil años un peregrino llamado Jesús vino a la Tierra. Supo distinguir lo que era de Dios y lo que era del César; puso en su lugar a los líderes políticos y religiosos; amó profundamente a su nación y por ello sufre cuando percibe que en un futuro su tierra sería ocupada y vejada por los extranjeros; buscó la integración y la unidad de su pueblo; denunció las injusticias; trabajó siempre por el bienestar de la comunidad; fue un promotor social y auténtico servidor de los demás. No hizo política, su misión fue otra, pero en todas sus acciones manifestó siempre los valores de la ética y de la moral.
Espero que en los próximos días tengamos oportunidad para reflexionar sobre estos temas, mientras nosotros seguiremos caminando entre ángeles y demonios.
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