México
Diario de un ajustador
¿La ley antiborrachos? Aumentó y fijó la cuota de ‘‘mordida’’ para poder dejar libres de culpa a los que incurren en la falta
En medio de ese submundo que se mueve a toda hora en automóviles con colores chillantes, a veces hasta con torretas de luz, se encuentran historias que poco importan cuando el afectado es uno mismo. Ahí, de la nada y entre las sombras aparece un joven de tan sólo 20 años que trabaja como ajustador externo en una de las muchas aseguradoras del país y que disfruta intensamente su profesión. Su papá hace lo mismo, así que el origen del gusto por el trabajo se dio desde muy pequeño. Cuando no está atendiendo un caso, espera paciente a que salga otro y que lo saque de la sala de cine, de la cama de su cuarto y lo lleve hasta donde sea para poder cumplir con su labor.
Duerme cuando puede, nunca ocho horas continuas, su aspecto es más de un muchacho “dark”, callado, reservado, pero muy observador y si hay que defender algo, lo hace, aunque a veces no pueda enfrentarse a uno los más graves problemas del país: la corrupción.
Conoce a los agentes de tránsito y sabe quienes tienen la naturaleza de un perro enfurecido. ¿La ley antiborrachos? Aumentó y fijó la cuota de “mordida” para poder dejar libres de culpa a los que incurren en la falta. No se puede hacer mucho cuando la autoridad recibe dinero como soborno para dejar libre al responsable de un choque y querer ayudar a una familia que queda herida por el mismo motivo. Son casos en los que, cuando todo está a favor de las víctimas y las personas ebrias al volante podrían parar directamente a la cárcel, como por arte de magia, quedan libres.
Este ajustador a su corta edad está aprendiendo a identificar a través de los percances viales, dos puntos ciegos que no faltan al menos una vez a la semana en su jornada: los accidentes provocados por menores de edad en estado de ebriedad y aquellos en los que se ven involucrados personas al servicio del crimen organizado o la delincuencia.
Por eso sabe que nada es seguro y que el riesgo también a él lo rodea. No hace muchos días “de la Calzada para allá”, llegó prácticamente a rescatar a su asegurado del amago de cuatro sujetos que lo tenían rodeado. Y era de esperarse: mercedes con vidrios polarizados, pistola en el interior, hombres vestidos con gorras tapizadas de piedras y el recibimiento desafiante: “¿Tú qué?, yo también soy ajustador mi amigo”.
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