México
De que urge, urge
La reforma del Presidente está cargada de claroscuros
Presidente está cargada de claroscuros. Todo parece indicar que no la cabildeó. A pesar de que se veía venir, es evidente que los consensos previos hubieran cambiado en más de algún sentido las reacciones que se han presentado. No casualmente la propuesta de Calderón fue enviada cuando los legisladores están por irse, muy probablemente no querían dejar de enviarla para no dejar de cumplir promesas esperando que se enfríe para ver qué pasa en febrero.
Queda la impresión de que buena parte de la motivación en la que se fundamenta el decálogo radica en lo que se percibe en la sociedad. No hay duda de que está harta de los políticos, de la partidocracia y de las grandes cantidades de dinero que se gastan en la política.
Tomemos uno de los puntos del decálogo. ¿Sirve de algo reducir al Legislativo? No necesariamente, por más impopular que resulte la respuesta, ya que todo depende desde dónde se vea. ¿Por qué no en lugar de 500 diputados se incrementa el número a 700, como sugirió ayer Raúl Moreno Wonchee? La sociedad estaría mejor representada, porque siendo más diputados el radio de acción sería menor, lo que les permitiría atender las muchas demandas de los ciudadanos a las cuales representan. Todo se vuelve relativo, pero lo que no puede ser relativo es que con base en críticas propias del momento que vivimos se termine por diseñar una reforma sólo de corto plazo, haciendo a un lado el diseño de país.
Lo que ofrece en lo inmediato el decálogo, es la oportunidad de una discusión sobre cómo modernizar la política y, sobre todo, cómo hacerla más cercana y participativa entre los ciudadanos. La disyuntiva es si a pesar de ser la “propuesta de Calderón” estarían dispuestos a debatir aquellos que no reconocen al inquilino de Los Pinos, o si de plano seguimos esperando, como forma de vida política sexenal, hasta 2012.
No hemos pasado de las reformas posibles y negociadas a las necesarias y urgentes. El decálogo debe servir para “treparse” a una discusión inevitable y urgente. Estamos sumergidos en la falta de operatividad y eficacia de los instrumentos de la política. Se requiere de una reforma de Estado de fondo que incluya a los medios de comunicación, de los cuales tuvo mucho cuidado el Ejecutivo en no mencionar. Para que el decálogo tenga vigencia requiere de cambios, discusiones y, sobre todo, de un replanteamiento del entorno político en su conjunto. Bien se sabe que esto lleva tiempo, pero también se sabe que en algún momento tenemos que empezar.
¡OOOUUUCHCHCHCH! Fue entre frustrante y molesto ver por doña tele el final del inobjetable triunfo del Monterrey, el cual fue conseguido por saber jugar y saber qué hacer, y sobre todo por una singular motivación. Cortaron la transmisión de tajo sin ofrecer algún tipo de explicación. Iban tras ese tótem llamado rating, al que se le rinden como si fuera la única razón de existencia de doña tele. Lo que nos espera para el Mundial.
Nos leemos el primer viernes de enero, y que le dé tiempo para lo que quiere hacer. Felices fiestas.
No tiene sentido aceptarla sin chistar y menos oponerse en automático. La reforma del
Queda la impresión de que buena parte de la motivación en la que se fundamenta el decálogo radica en lo que se percibe en la sociedad. No hay duda de que está harta de los políticos, de la partidocracia y de las grandes cantidades de dinero que se gastan en la política.
Tomemos uno de los puntos del decálogo. ¿Sirve de algo reducir al Legislativo? No necesariamente, por más impopular que resulte la respuesta, ya que todo depende desde dónde se vea. ¿Por qué no en lugar de 500 diputados se incrementa el número a 700, como sugirió ayer Raúl Moreno Wonchee? La sociedad estaría mejor representada, porque siendo más diputados el radio de acción sería menor, lo que les permitiría atender las muchas demandas de los ciudadanos a las cuales representan. Todo se vuelve relativo, pero lo que no puede ser relativo es que con base en críticas propias del momento que vivimos se termine por diseñar una reforma sólo de corto plazo, haciendo a un lado el diseño de país.
Lo que ofrece en lo inmediato el decálogo, es la oportunidad de una discusión sobre cómo modernizar la política y, sobre todo, cómo hacerla más cercana y participativa entre los ciudadanos. La disyuntiva es si a pesar de ser la “propuesta de Calderón” estarían dispuestos a debatir aquellos que no reconocen al inquilino de Los Pinos, o si de plano seguimos esperando, como forma de vida política sexenal, hasta 2012.
No hemos pasado de las reformas posibles y negociadas a las necesarias y urgentes. El decálogo debe servir para “treparse” a una discusión inevitable y urgente. Estamos sumergidos en la falta de operatividad y eficacia de los instrumentos de la política. Se requiere de una reforma de Estado de fondo que incluya a los medios de comunicación, de los cuales tuvo mucho cuidado el Ejecutivo en no mencionar. Para que el decálogo tenga vigencia requiere de cambios, discusiones y, sobre todo, de un replanteamiento del entorno político en su conjunto. Bien se sabe que esto lleva tiempo, pero también se sabe que en algún momento tenemos que empezar.
¡OOOUUUCHCHCHCH! Fue entre frustrante y molesto ver por doña tele el final del inobjetable triunfo del Monterrey, el cual fue conseguido por saber jugar y saber qué hacer, y sobre todo por una singular motivación. Cortaron la transmisión de tajo sin ofrecer algún tipo de explicación. Iban tras ese tótem llamado rating, al que se le rinden como si fuera la única razón de existencia de doña tele. Lo que nos espera para el Mundial.
Nos leemos el primer viernes de enero, y que le dé tiempo para lo que quiere hacer. Felices fiestas.
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