México

De premios y policías

Si la impunidad y la corrupción son cotidianos, que los guardianes del orden caigan en esta práctica nociva agudiza más la tragedia de inseguridad y descomposición social

Un colega de estos avatares diarios, Luis Herrera Álvarez, es reconocido con el Premio Jalisco de Periodismo. Una serie de publicaciones en las que se retrata parte de su personalidad (sobriedad, perseverancia, equilibrio), revelaron sin estridencias ni sensacionalismos que muchos policías de los cuatro municipios metropolitanos: Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tonalá, presentan incapacidades médicas de manera tramposa. El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se ha visto obligado a investigar los hechos ventilados, de los que se deriva que algunos médicos pueden estar coludidos en una red de transas y venta de justificantes.

En el caso de Tlaquepaque, el mismo alcalde Miguel Castro reconoció el fenómeno; en los otros municipios, si no los alcaldes, sí aceptaron esta verdad algunos directivos de los cuerpos policiales.

Estos policías causan daño al erario (son muchos millones de pesos los que se pierden en pago de seguro por enfermedades que se fingen), aumentan la carga laboral sobre sus otros compañeros que sí son responsables y encima, socavan la enclenque confianza, si aún queda, que la gente puede tener en los representantes de la ley. Si la impunidad y la corrupción son cotidianos, que los guardianes del orden caigan en esta práctica nociva agudiza más la tragedia de inseguridad y descomposición social.

Y si esto sucede en la gran ciudad, donde hay más posibilidades de denunciar irregularidades de la autoridad, se puede esperar con fundado pesimismo que igual o peor están otros municipios de Jalisco.

El trabajo de Luis Herrera, por otra parte, amerita una rápida observación de algunos de sus rasgos que, aunque debieran abundar en el periodismo de nuestro país, se echan en falta cada día más. La suya es una exposición de hechos totalmente fundamentada que no exhibe a persona alguna porque no hace falta. Expone, eso sí, cifras reconocidas por las corporaciones y los testimonios de algunos policías que, protegidos en la discreción de un conveniente incógnito —no pueden exponerse a las represalias de sus camaradas culpables—, reconocen los actos corruptos.

Es decir, los reportajes prueban los hechos negativos sin cebarse en el rostro y el nombre de éste o aquel culpable. Finalmente, si los policías recurren a esta práctica estafadora, es porque las malas condiciones laborales, las escasas prestaciones, la pobre capacitación y el tremendo desprestigio social, contribuyen a alimentar el círculo vicioso.

Lo verdaderamente alarmante es que un jurado calificado y respaldado por universidades y directivos de medios de comunicación, le concede el primer premio a una investigación periodística que revela el envilecimiento en las policías metropolitanas y los alcaldes ni siquiera dicen “esta boca es mía”. Ellos y los directores de las corporaciones debieran ofrecer, avergonzados, una disculpa pública y presentar inmediatamente un programa no nada más para sancionar a los responsables, sino para corregir de fondo el problema.

A Luis, una sincera felicitación.

A las autoridades, un enérgico reclamo.
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