México
De lecturas varias
La narrativa de Vargas Llosa ha sido parte de la vida de una generación entera de lectores que lo siguen desde los sesenta de La ciudad y los perros
La narrativa de Vargas Llosa ha sido parte de la vida de una generación entera de lectores que lo siguen desde los sesenta de La ciudad y los perros, que después se rieron con Pantaleón y La tía Julia, que leyeron los amargos testimonios de Mayta y Palomino Molero sobre los terribles ochenta en el Perú y luego la reseña de su campaña política entreverada con su autobiografía del Pez en el agua, para cerrar el siglo con la espléndida Fiesta del chivo y seguir construyendo mundos y personajes, escribiendo sobre literatura, haciendo periodismo y opinando con libertad. Gracias a Vargas Llosa el lector que por vez primera llega a Lima halla familiares sus calles, sus barrios, sus olores, su acento suave. Pero también conoce los Sertoes brasileños y el Tahití de Gauguin, París y Londres. Ahora, según se anuncia, llevará a sus fieles al Congo y a Irlanda en su nueva novela que saldrá en noviembre. Sin duda será entre otras cosas un homenaje a Conrad, en ese diálogo perpetuo de Vargas Llosa con los autores y las artes de tantos horizontes.
En la mejor tradición hispanoamericana, Vargas Llosa es cosmopolita y provinciano; su prosa es llana y su tono modulado; nunca ha sentido la necesidad de la estridencia ni la pretensión porque ha conquistado todo lo que quería a fuerza de talento y trabajo. Y claro, en la peor tradición hispanoamericana, Vargas Llosa es blanco de todas las envidias, los complejos y resentimientos de quienes, como no leen, no tienen más que el reconcomio ante la terrible ofensa del éxito (no le pueden perdonar su libertad, su humor, su elegancia y mucho menos ser tan guapo).
Sería divertido que alguien intentara trazar una especie de cartografía de los criterios (y los bandazos) que revela la lista de los premiados por la Academia sueca y correlacionarla con los perfiles, las lenguas y las obras. Lo más difícil sería averiguar qué peso tiene realmente la calidad literaria dentro de ese galimatías. Pero por lo menos esta vez, ¡vivan los suecos!
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