México

De celebraciones, violencia y dictadores

Castro ha reculado y declara que lo que trató de decir en verdad es que el modelo capitalista ya no sirve

Entre los fuegos de artificio del Bicentenario y la presunta cita de ciertos pueblos cada tantos años con la violencia, surge una pregunta tangencial a la efeméride del Bicentenario ¿En qué se parecen Porfirio Díaz y Fidel Castro?

No sólo en su larga permanencia en el poder y en que su definición de sufragio efectivo dista mucho de los actuales estándares internacionales referentes a sistemas de representación popular, sino en que ambos líderes autocráticos, al acercarse a reflexiones propias de la edad decidieron, por alguna extraña razón, declarar públicamente ante un periodista estadounidense el fin de la epopeya de sus gobiernos.

Fidel Castro, de 84 años, recuperado visiblemente de una enfermedad que lo mantuvo alejado de la vida pública y lo forzó a entregar los asuntos diarios de gobierno a su hermano Raúl hace meses, declaró la semana pasada, al reportero Jeffrey Goldberg de la revista “The Atlantic”, que “el modelo (económico) cubano ya no nos funciona más”.

Porfirio Díaz en 1908 declaró al periodista James Creelman, de la revista “Pearson”, cuando se acercaba a su octava década de vida y se preparaba para la fausta celebración del Centenario de la Independencia de México: “El pueblo de la República Mexicana está preparado y listo para escoger y cambiar a sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país, creo que finalmente ese día ha llegado”.

Es en ese contexto que sabemos hoy que se dio origen el movimiento democrático de Francisco I Madero.

Uno y otro, Díaz y Castro, hablaron probablemente desde el corazón más que desde la razón, y ambos se arrepintieron una vez que sus dichos empezaron a ser analizados por simpatizantes y críticos de sus regímenes.

Castro ha reculado y declara que lo que trató de decir en verdad es que el modelo capitalista ya no sirve ni para Estados Unidos ni para el mundo.

Demasiado tarde, la lectura de la declaración inicial y de la corrección posterior nos deja claro que el comandante Fidel está revisando la historia de sus más de 50 años de poder con un talante crítico.

Aun cuando pretenda corregir la plana igual que lo hizo en su momento Porfirio Díaz, quien después de que se publicaran sus dichos y ante la candidatura presidencial de Madero, decidió que siempre no, que México no estaba tan listo para la democracia como lo había supuesto.

Cuba y México, vecinos por el mar que hoy azota el huracán Karl, han compartido la nada venturosa historia de grandes héroes y caudillos que se alzan para cambiar un orden injusto de las cosas sólo para ser, años después, derrocados por la misma vía: las armas.

Admito que la efeméride del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución me hace observar con especial atención los signos de violencia de 2010 en México.

Leo con atención el acucioso análisis del historiador Enrique Krauze respecto a que pareciera que México tiene una cita con la violencia cada siglo, y pienso que, calendarios aparte, lo que sucede hoy en México pasa por el experimento fallido en Cuba, lo que nos tiene en la encrucijada de la violencia es que el modelo económico efectivamente no ha funcionado para Cuba como no ha funcionado para México.

El comunismo en Cuba no fue la panacea como lo reconoció, inicialmente, su padre fundador, pero resulta que el capitalismo a medias de México, el experimento posterior al desarrollo estabilizador, tampoco rindió los frutos esperados.

El hecho es que los vecinos del Golfo somos hoy, por distintas vías, prueba fehaciente de que hay fatiga del metal en los héroes, sean estos biológicos, como es el caso de la dinastía Castro, o conceptuales, como sucede en México, donde ya probamos que Díaz estaba en lo correcto y que podemos elegir y cambiar gobernantes sin peligro, pero que de todas maneras los saldos negativos en cuanto a inclusión y justicia son muchos, de tal suerte que habría que reconocer que ni allá ni acá encontramos cómo transitar de la reflexión de los ancianos a la esperanza de los jóvenes como salirnos de venturosamente del capitalismo de cuates y del comunismo de hermanos sin abonar a la idea de que la única vía es la violencia.
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