México
De Gagarin a Google
La división política, las descalificaciones recíprocas por la búsqueda inmediata de la simpatía popular han llegado a un límite de tolerancia
En ese tiempo, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, bajo el mando de Nikita Khrushchev, impulsaba sus estrategias hacia sus esferas de influencia a través del predominio tecnológico, así como la expansión de su proyecto ideológico socialista. La sociedad rusa que fue testigo de la hazaña de Yuri Gagarin tuvo una sola fuente de información en el único diario, Pravda, cuyo significado ruso es “verdad”, en donde sólo se publicaban las notas de la agencia TASS, por medio de la cual se divulgaban noticias y propaganda por igual.
Días después de la gran hazaña de Gagarin, el 15 de abril, la iniciativa del presidente Kennedy para destituir a Fidel Castro fue derrotada en Bahía de Cochinos. La Guerra Fría avanzaba en todos los frentes. Unos meses después, el 13 de agosto, Berlín amaneció dividido con vallas y alambres de púas para iniciar la construcción de un muro que fracturó Alemania y a toda Europa por décadas. Anecdóticamente, ese año Los Beatles hicieron su primera aparición en un bar de Liverpool y en Hawai nació Barack Obama.
Medio siglo después, el escenario mundial se ha transformado profundamente. Las economías centralmente planificadas, aisladas del exterior, con modelos económicos sustentados en conceptos ideológicos, tuvieron que ceder su control político para instaurar procesos democráticos y abrir sus fronteras al modelo económico de globalización comercial.
La pérdida de terreno de las ideologías ante el pragmatismo político, pero sobre todo la integración global por las redes digitales, marcan las bases de un nuevo modelo de comunicación y decisión política, donde la estructura de las redes ha superado al contenido. Es el inicio de una era donde lo relevante es ser parte de la red y participar activamente en sus interacciones.
Es precisamente esta nueva tarea de la “sociedad red” la nueva protagonista de la transformación del modelo de Estado-nación que describe Manuel Castells en su libro Comunicación y poder. En esta nueva era la definición de soberanía no se diluye en la forma de hacer gobierno mientras sus instituciones no dejen de reconocer la importancia de transformarse para adaptarse a las nuevas realidades. Naciones y gobiernos que han intentado censurar, restringir o prohibir el acceso a redes han sufrido graves reveses, precisamente, por la reacción social que accede y se globaliza por medio de las redes sociales. China, y hace un par de días Cuba, sin liberarse en lo político, han aceptado que las reglas del mercado, la capacidad emprendedora y la competencia son medidas ineludibles del progreso económico.
Hoy la sociedad tiene múltiples fuentes de información que a la vez son herramientas para emitir noticias y comentarios a nivel mundial. Ante la avalancha de temas menores se desplazan los temas fundamentales. Las “notas de color” desvían la atención del contenido profundo de la política y la trivializan.
La renovación del Estado mexicano tiene que construirse con nuevos mecanismos de comunicación política que por su claridad y contundencia convenzan a una sociedad que ha acumulado decepcionantes experiencias que la hacen escéptica e incrédula.
La división política, las descalificaciones recíprocas por la búsqueda inmediata de la simpatía popular han llegado a un límite de tolerancia.
El hastío que hoy se percibe en los núcleos sociales indica que la ciudadanía está dispuesta a aceptar aquellos cambios necesarios que consoliden un modelo de vida equitativo, democrático, legalmente igualitario, en un clima de paz social, con instituciones y gobernantes que garanticen esos objetivos de manera imparcial.
En este escenario el Estado mexicano requiere verse al espejo. La lucha de la legalidad contra la ilegalidad, el enfrentamiento de quienes imponen su ley por encima de la ley, la erosión del sistema de instituciones y el desprestigio de la política indican que el modelo de país requiere consolidar sus bases fundamentales. Es necesario comprender que un cambio de partido no ha significado un cambio de régimen ni una mejora en el sistema. La opción no es el autoritarismo, sino el respeto a la legalidad. Si la sociedad cambia, la política debe de cambiar.
Rúbrica: Octavio Paz, In memoriam… “Mi casa fueron mis palabras, mi tumba el aire”… Ante la belleza de este testamento poético… cuidemos que éste no sea el epitafio de la política.
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