México
Creerle a Dios
Si demostrar con seriedad la existencia de Dios puede ser una tarea laboriosa para la filosofía, demostrar su inexistencia es para la ciencia una tarea imposible
La fe y la ciencia no siempre han sabido dialogar.
Si la fe parte de verdades reveladas que, a su vez, exigen una adhesión de fe, sin comprobación experimental. La ciencia es el reino de la duda y se apoya en búsquedas reales. La fe capta la esencia de las cosas, la ciencia capta la existencia.
La ciencia avanza gracias al error. Para la ciencia no importa quién o por qué, sino que importa el cómo. A ella no le interesa quién creó el Universo y qué finalidad tienen nuestras vidas. Lo que quiere es saber cómo funcionan las leyes cosmológicas, cómo interactúan entre sí las fuerzas de la naturaleza.
El dialogo entre la fe y la ciencia se inició cuando, en la modernidad, la razón se emancipo de la religión hasta que la Iglesia reconoció que la fe no puede estar de acuerdo con el uso que se hace de los descubrimientos científicos, como la fisión del átomo para la construcción de ojivas nucleares, pero no negar nunca la autonomía de la ciencia y como ella desvela lo misterios de la naturaleza.
La ciencia no habla de valores de sentido, de metas ni de fines. Y todo esto necesita el ser humano para ser feliz.
Reducir toda la realidad a sólo lo cuantificable es una tremenda simplificación. Es como si yo te pregunto qué es esta mesa, y tú me respondes que ciento cincuenta kilos.
Tú pesas 70 kilos, pero tú no eres 70 kilos. Y mides 1.80 metros, pero no eres 1.80 metros. Las dos medidas son exactas, pero tú eres mucho más que una suma exacta de centímetros y kilos. Tus dimensiones más genuinas no son cuantificables: no se pueden determinar numéricamente tus responsabilidades, tu libertad real, tu capacidad de amar, tu simpatía hacia tal persona, o tus ganas de ser feliz.
Más allá de la ciencia, hay otra cara de la realidad: la más interesante, y también la más interesante del ser humano, donde aparecen aspectos tan poco cuantificables como, por ejemplo, los sentimientos: no se pueden pesar, pero nada pesa más que ellos en la vida.
Si demostrar con seriedad la existencia de Dios puede ser una tarea laboriosa para la filosofía, demostrar su inexistencia es para la ciencia una tarea imposible.
Si por la fe descubrimos el origen y la finalidad del Universo y de la vida y por la ciencia cómo funciona uno y otro. Lo que importa al fin es no tanto creer en Dios. Sino creerle a Dios.
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