México
Conciencias secuestradas
Puedo medio imaginarme lo sufrido por los compañeros periodistas que fueron secuestrados
Con todo y que los motivos para un secuestro pueden ser de lo más disímbolos, casi todos ellos van acompañados y/o son propiciados por cuestiones terrenales, en ocasiones simplemente materiales, aunque no dudo que en algunos casos —los menos— cuestiones sentimentales también son propiciadoras de tan baja acción.
Puedo medio imaginarme lo sufrido por los compañeros periodistas que fueron secuestrados —dicen que por la delincuencia organizada, y no tengo la menor duda de ello, pero de cuál de todas las que existen, cubiertas y encubiertas—; es algo que verdaderamente no le deseo a nadie, porque aunque son experiencias que curten, que permiten despertar una parte de nuestra conciencia, ya sea para continuar la tarea o para retirarse de ella, pero de cualquier manera, no deja de ser castrante, aún cuando se le cubra con el paño de la prudencia, en el fondo se sabe que el temor nos impide hacer el trabajo que nos corresponde —cualquiera que este sea—.
Con todo, sopesando los efectos que cada una de estas situaciones propicie, sigo considerando que el peor secuestro que una persona, un gremio —como el periodístico—, una sociedad puede experimentar, es el secuestro de la conciencia.
En este caso específico sólo puedo expresar lo que a mi imaginación llega, pero tan sólo de sospecharlo considero que es peor, mucho peor que el secuestro material de una o varias personas.
Esa es la apuesta de los delincuentes, los de México y los de allende las fronteras: convertir el mundo en una masa moldeada de acuerdo a sus intereses personales y de grupo, en el que la falta de conciencia dé como resultado una sociedad poco o nada participativa, en el que cada persona, cada familia o cada comunidad haga esfuerzos sólo pensando en sí mismos, y no en el entorno completo.
En este contexto, mi reconocimiento para quienes —“importantes” o no, conocidos o no— se manifestaron en contra de la inseguridad existente para quienes nos ocupamos de este oficio, aunque los resultados sean pocos y aunque los más consideren que de nada sirve —tal y como sucedió en la protesta del presente año en nuestra ciudad—, pero peor sería quedarse callados o permitir que nuestra conciencia sea secuestrada.
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