México

¡Con la Iglesia topamos Sancho!

Son los sacerdotes como Juan Sandoval Íñiguez los que hacen que la Iglesia no pueda ser percibida como el espacio de fe

El meollo no son los niños o el bienestar de los infantes, no. Es que la iglesia católica mexicana simple y llanamente se rehúsa a aceptar el estado de derecho en México y acude al poco constructivo expediente de sustituir la argumentación por insultos.

No es nuevo, pero sí peligroso porque en el siglo 19 y en el siglo 20 dos guerras civiles en la República Mexicana fueron prohijadas desde las sotanas nacionales y el poder del Estado Vaticano.

Esta semana la Suprema Corte de Justicia de la Nación se pronunció acerca de un tema sin duda controvertido: la adopción de niños por parejas homoparentales.

El 17 de agosto pasado, con una votación 9 a 2, los jueces del máximo tribunal sellaron el tema que se discutió ampliamente si era o no constitucional prohibir que mexicanos adultos del mismo sexo que decidan registrar sus uniones en el Distrito Federal adoptaran niños en caso de así desearlo y cumplir con los requisitos estipulados para cualquiera.

La conclusión afirmativa del caso, si pueden adoptar y no se discriminará a los ciudadanos en esas condiciones, provocó una airada reacción de un cura de Jalisco, tierra de Cristeros, pero no cerró la semana solo, la curia arropó al prelado que en el colmo de la vulgaridad dijo que los Ministros de la Corte habían sido “maiceados”, sobornados, en buen español.

Esa Iglesia que es prolija en adjetivos, para los homosexuales es la misma que ha desplegado un conspicuo silencio en cuanto a los delitos denunciados alrededor de la persona de uno de los suyos que abusó, demostradamente, de niños y adolescentes en México.

Los que hoy tiran la primera piedra han pretendido construir un muro de silencio y de complicidades no sobre un hombre despreciable como Marcial Maciel, sino sobre muchos otros sacerdotes que traicionando la fe abusaron y abusan de sus feligreses.

En el año de 2010 el velo de esos abusos se ha descorrido en muchas partes del planeta, Irlanda, Estados Unidos, Bélgica, en este último caso, el obispo de Brujas y sus cercanos fueron detenidos durante nueve horas por la policía local, incomunicados y sus archivos parroquiales confiscados ante la denuncia de un ciudadano a quien de los 10 a los 17 el prelado había abusado sexualmente.

¿Proteger a los niños quieren los sacerdotes mexicanos? Pues claro que eso querríamos todos y siempre y en todo momento y ante cualquier circunstancia, esa no es la discusión, el tema es si resulta válido que la curia en pleno por sostener su postura religiosa avala los dichos ofensivos de un representante del Vaticano para enarbolar una postura ideológica particular cuando insulta a un funcionario electo, Marcelo Ebrard, y a nueve juristas que en conciencia votaron por un postulado que a los sacerdotes les disgusta pero no necesariamente a todos los ciudadanos de la república, ni siquiera a todos los que profesan la religión católica.

Son los sacerdotes como Juan Sandoval Íñiguez los que hacen que la Iglesia no pueda ser percibida como el espacio de fe, esperanza y caridad sino el de un poder político que pretende imponer desde su púlpito una forma de ver y estar en el mundo, claro, para los otros, no para sí mismos, porque las condenas son para los ministros, pero de la corte no del culto.

El sacerdote abusador de niños belga, Roger Joseph Vangheluwe de 74 años de edad, está siendo protegido por el Vaticano, esa institución tan preocupada de la vida sexual de los que no llevan sotana.

El papado le extendió su manto protector al grado de que levantaron desde Roma una queja por allanamiento del espacio de la curia en donde se habían reunido en cónclave el ex arzobispo Godfried Danneels y sus segundos para ver cómo iban a enfrentar las acusaciones, aduciendo inmunidad diplomática.

El caso mexicano puede llegar a configurar de igual manera un incidente diplomático si no hay una retracción del envalentonado señor Sandoval Íñiguez y los Ministros o el propio Ebrard deciden continuar con su demanda por difamación.

Si el señor cura tiene pruebas de sus dichos que las presente, si no lo hace y él y su jefe, el representante del Vaticano en México, deciden que van, no a expresar sus puntos de vista en la arena de la discusión sino a desafiar mediante la descalificación al Estado de derecho prevalente en el país y a imputar por lo tanto la separación entre el Estado e Iglesia que ya costó tanta sangre a los mexicanos pues ¡que Dios nos agarre confesados! porque su capacidad de polarización está demostrada y lo último que necesitamos es que el Vaticano decida que ante la debilidad coyuntural del país quiere demostrar aquí y ahora su disgusto por una sociedad que es capaz de acomodar la evolución de las relaciones humanas.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando